domingo, 11 de marzo de 2012

Los adultos no existen, son los papás




Antonio Álvarez



Ya cerca del pasado 6 de enero, un amigo me dijo: “los adultos no existen, son los papás”, y me dejó pensando al respecto un tiempo. Esto querría decir algo así como que, junto con Santaclaus y los reyes magos, se nos contó a todos, cuando éramos niños, otra mentira deliberada, de acuerdo con la cual había unos tipos que sabían qué hacer ante los diferentes problemas de la vida y que contaban con cierta información esencial para ello, como el modo en que se creó el mundo, las razones de que la tierra se dividiera en países o la forma correcta de comportarse ante los demás; y nos contaron que nosotros, con el paso de los años, nos convertiríamos en adultos también. Qué sabríamos qué pedo con la vida y esas cosas.
Los años, efectivamente, pasaron, y nos volvimos personas similares a quienes fueron nuestros padres cuando nosotros éramos todavía unos niños. Y nos fuimos dando cuenta no sólo de que nuestros padres no sabían en realidad nada de lo que dijeron saber, sino de que seguía pasando un cumpleaños tras otro y nosotros, salvo por el sexo, aún no éramos informados de los misteriosos secretos de la vida adulta, y es que en realidad esos secretos no existen. Nadie sabe por qué estos primates inteligentes nacimos en este pequeño planeta que gira en medio de la nada ni por qué existen los países, las guerras, las religiones, etcétera.
En un primer momento, uno transfiere la responsabilidad que antes le atribuyó al mundo adulto a los políticos: hay unos tipos que sí saben, de verdad, qué hacemos aquí, por qué vivimos de la forma en que vivimos, por qué nuestra vida gira en torno de estos pedazos de papel que llamamos dinero, etcétera. Serían ellos, entonces, los culpables de nuestros problemas. O más bien, nuestros problemas serían una especie de perverso plan que un grupo reducido de personas urdió para vivir a costa de nuestro trabajo. Pero resulta que esta curiosa élite tampoco lo sabe, que son personas comunes y corrientes que se han dejado llevar por la vida con la misma ignorancia y la misma cobardía que todos nosotros. Y lo mismo pasa con los jefes de los jefes de sus jefes.
Algunas personas, viéndose perdidas por la falta de autoridad sobre sus vidas, le transfieren entonces la gran responsabilidad de ser adultos, es decir, de saber qué pedo, a Jesús, a Buda, etcétera. Una vez hubo un tipo que supo, y nos lo transmitió, y después alguien lo escribió. En esos escritos, entonces, están las grandes respuestas que buscabas. Pero eso evidentemente tampoco es cierto.
Nadie está al timón de este barco. De hecho no hay ningún timón, ni ningún barco. Somos unos primates superdotados que hemos inventado muchísimos historias, y que nos las hemos creído, y que posiblemente nunca nos enteremos de nada. El Estado es una porción de dichos primates en una porción de los edificios que hemos construido peleando por porciones de esos pedazos de papel que llamamos dinero mayores que las porciones por las que nos peleamos los demás. No hay adultos que sepan lo que sucede o que se estén haciendo cargo o que vayan a llegar a poner orden cuando regresen del trabajo. No eres ignorante porque hayas elegido mal a tus gurús, lo que pasa es que en realidad nunca nadie va a informarte cómo debes guiar tu vida, porque nadie lo sabe.
Nadie está a cargo. No hay adultos. Nunca los habrá. Somos libres.

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