lunes, 21 de noviembre de 2011

sábado, 19 de noviembre de 2011

Una vida de lucha por el derecho a la vivienda

 

Agencia Autónoma de Comunicación

 

 

Éste es el primer reportaje de una serie en la que pretendemos analizar la situación del Movimiento Urbano Popular (MUP) en la ciudad de México. Mucho se ha escrito sobre este movimiento, que más que ser un conjunto coherente y bien delimitado, es un concepto genérico para calificar una diversidad de colectivos urbanos con tradición de izquierda.
En un artículo de 2003, titulado MUP S.A. La clase política contra el tejido social urbano (Rebeldía no. 10), Adriana López Monjardin afirmaba que con la llegada del PRD al gobierno capitalino y la migración de dirigencias enteras hacia cargos públicos, no sólo se había descabezado al movimiento, sino que quedaban en entredicho la autonomía y el sentido mismo de las organizaciones. Desde su punto de vista, las telarañas del poder habían absorbido a “uno de los movimientos de más larga duración”, sin el cual no se podría comprender “la historia de la ciudad de México, el paisaje urbano y la organización social del espacio”. Ocho años han pasado desde la publicación de aquel artículo y, por supuesto, estos intermediarios entre las masas y el Estado siguen existiendo. Ciertamente han mutado, incluso han surgido nuevos intermediarios, como las ONG, que adquieren cada vez mayor peso en las políticas públicas y los programas de vivienda. Es necesario reevaluar la importancia del MUP y sus nuevos aliados frente al proyecto neoliberal que, como diría el sociólogo Pierre Bourdieu, implica todo un programa de destrucción sistemática de los colectivos.


Entrevista con Cristina López,

del Colectivo de Grupos de la Asamblea de Barrios

 

Comienza la semana en un inmueble antiguo del centro histórico de la ciudad de México. La señora Cristina López se alista para una reunión más en el Instituto de Vivienda del Distrito Federal (INVI). Después de casi cuarenta años de vivir aquí, y de haber resistido a varios intentos de desalojo, es ahora la principal gestora del predio ante las autoridades.
Sus hijos están arreglando el local familiar, que se ubica en la planta baja, junto a otros 26 negocios, dedicados todos a la venta de telas. Las hay azules, verdes, rosas, aterciopeladas, de ositos o de rayitas blancas. Se enrollan las cortinas de acero en un estridente sonido que despierta a los últimos dormilones pisos arriba. Los niños y los adolecentes, que suman unos 40, ya van camino a la escuela. El colorido pasillo, tapizado con propaganda revolucionaria, se llena de actividad mercantil. Aunque no todos los comerciantes habitan aquí —muchos vienen desde Chimalhuacán o Ciudad Nezahualcóyotl—, comparten el deseo de permanecer y de seguir ejerciendo su “noble negocio”.

 


Historial de agravios


Cristina nos concede una entrevista. Subimos las escaleras… o lo que de ellas queda. Nos acomodamos en su la sala-cuarto, entre la litera, los roperos y el altarcito de la Santa Muerte. No es la primera vez que habla frente al micrófono, pero siempre le causa emoción platicar su historia.
Nació en el Estado de México y llegó al Distrito Federal a los ocho años siguiendo a su abuela. A sus 12 —sin haber concluido la secundaria y con un incipiente manejo del español— la pusieron a vender fruta en las calles de Guatemala, Jesús María y Academia, en las medianías del antiguo barrio de la Merced. “Cuando llegué a la ciudad de México, llegué hablando mazahua. Iba a la tienda a pedir de mazahua lo que yo quería y no me entendían. Tardaba horas en la tienda para que me despacharan. Hasta que lo señalaba con mi dedo era cuando ya me atendían”, nos platica mientras el recuerdo le rompe la voz. “Fue muy triste mi niñez”.
Ya desde entonces el comercio en vía pública era reprimido, “nunca nos han dejado vender bien por ser humildes, por ser comerciantes ambulantes… siempre nos han discriminado”. Eran los tiempos del llamado regente de hierro —Ernesto Uruchurtu (1952-1966)—, y para la joven Cristina más valía buscarse un empleador que exponerse a la rudeza de las redadas policiacas. “Me puse a trabajar en las tiendas de tela —por eso yo aprendí en la tela—, pero igual allí me fue mal, porque mis patrones quisieron violarme, y no se llevó a cabo eso. Pasé como tres tiendas, y en las tres tiendas donde entré a trabajar la tela los patrones quisieron abusar de mí”.
Al fin encontró trabajo en una lonchería que se ubicaba en su vecindad; su nueva patrona sería la casera del lugar. Allí se confrontó por primera vez a la soberbia de los casatenientes del centro. “Escuchaba que decían ‘vamos a correr a fulanito porque se atrasó con la renta, porque no pagó’, y lo amenazaban. La señora tenía un hijo que trabajaba en seguridad pública, era de tránsito. Venía vestido de policía y traía a sus hijos y a unos amigos vestidos de policías para intimidar a la gente”.
Los desalojos se multiplicaron y los caseros siguieron lucrando con la impotencia de los inquilinos. Aunque algunos cuartos tenían renta congelada, casi todos los habitantes carecían de contratos de arrendamiento. Algunas inquilinas sufrían acosos por parte del policía: “me acuerdo que las chicas que vivían aquí las convertía en sus amantes. Abusaba de ellas y después hablaba de ellas. A una compañera la violó y después la sacó”. Entre 1977 y 1985, a pesar de la difícil situación vecinal, Cristina gozó de un periodo de relativa tranquilidad marital y dio vida a tres hijos y tres hijas.
Nuestra entrevistada interrumpe su plática y señala una cuarteadura que atraviesa el plafón. Es una secuela de los sismos de 1985 que, según la Secretaría de Obras del extinto DDF, dejaron un saldo de más de 4,000 edificios dañados estructuralmente y unos 1,000 edificios colapsados. Aquel 19 de septiembre, decenas de miles perecieron bajo las ruinas de la ciudad, dejando al desnudo un “tejido urbano” que no era otra cosa más que

la ruinosa trayectoria de los intereses comerciales, la especulación inmobiliaria, la demagogia que estimula la irresponsabilidad, el auge criminal de la industria de la construcción. ¡Qué extraña y qué curiosa coincidencia! Lo que se creía “caos”, el fruto del irredento temperamento latino, no era sino el irónico nombre de la voracidad capitalista. Las decenas de miles de voluntarios, los lectores de periódicos, los damnificados, se enteran con detalle del ritmo de argucias y de violaciones a la ley. A la violencia telúrica la precedieron y vigorizaron décadas de abandono de las reglas mínimas de previsión. (Carlos Monsiváis, Los días del terremoto.)

La catástrofe dejó al Estado paralizado y, cuando al fin reaccionó, su respuesta fue autoritaria e insensible a las necesidades de los damnificados. Además, no fueron pocos los caseros que abandonaron el centro, dejando a los habitantes lidiar con fuerzas mayores: “los del Ejercito nos vinieron a decir que nos saliéramos porque estaba dañado el edificio. Pero les decíamos ‘¿para dónde nos vamos a ir? No tenemos a donde’”.
Ante esa situación, Cristina y algunos vecinos decidieron acudir al interlocutor “natural” de aquellas épocas: el Partido Revolucionario Institucional.
“Antes el que existía era el PRI”, agrega tras un apenado silencio. Sin embargo el encuentro con el partido oficial provocó más desilusión que encanto. “La señora del PRI, Teresa Franco, en vez de ayudarnos nos dice ‘les conseguimos una prórroga de seis meses’ ­-‘Oye, no venimos a que nos apoyes para desalojar; ¡venimos a pedirte apoyo para que no nos desalojen!’” La reacción del grupo fue similar a la de la mayoría de los damnificados: “ya no quisimos saber nada del PRI y buscamos por otro lado”.
Ese “otro lado” fue la Coordinadora Única de Damnificados, que se convertiría más tarde en la poderosa y multitudinaria Asamblea de Barrios de la ciudad de México. Cabe mencionar que con aquella resistencia organizada se logró una de la victorias sociales más importantes en la historia urbana de este país: la expropiación de 4,900 predios en beneficio de sus habitantes. Desafortunadamente, el edificio que nos ocupa quedó fuera del decreto expropiatorio y, para colmo, regresaron los supuestos dueños a querer sacar a toda la gente, empezando por Cristina y su familia. Primero quisieron desalojarla a la brava, sin juicio ni previo aviso. Tras fracasar, el nuevo apoderado —que no era ni más ni menos que el policía— emprendió un juicio de lanzamiento en su contra en 1986.
Cristina detiene nuevamente la conversación y se dirige hacia su cocina-oficina a buscar unos papeles. Regresa y extiende un enorme archivero con kilos de oficios, cartas, peritajes y notas periodísticas. “Lo primero que yo hice para poderme ir a bronca con el señor fue irme al Registro Público a pagar una búsqueda de libro de 50 años para atrás, para saber quién era la dueña, o quiénes eran los propietarios”. Resultó que el policía no sólo no tenía nada que ver con el difunto propietario, sino que no disponía de la carta poder correspondiente, o en dado caso no la quería mostrar. Con ese argumento Cristina decidió convertir su hogar en una verdadera trinchera.

Lo que voy a expresar es muy feo, pero es cierto: preparé una cubeta llena de meado, llena de mierda, para cuando ellos intentaran abrir la puerta los iba yo a vaciar. Tenía agua caliente preparada, tenía cubetas de jabón con clarasol, tenía amoniaco, tenía gasolina, y un cable conectado a la luz para conectarle el barandal para cuando ellos llegaran a conectar el cable. Fue como nos opusimos nosotros para defendernos.

No fue sino hasta 1992 cuando el supuesto apoderado decidió dejarla en paz… para irse sobre otros vecinos. Pero las condiciones de aislamiento e indiferencia vecinal ya habían cambiado, y de pronto se juntaban todos —o casi todos— para contener los desalojos. “Ya cuando el señor vio que no nos pudo ganar el juicio, habló con nosotros y nos dijo ‘les vuelvo a hacer otro contrato y dejémonos de tonterías’”. Dicho contrato se reanudó en 1994, “pero al cabo de un año nos quisieron subir la renta 500%, entonces ya no quisimos volver a pagar y nos volvimos a rebelar”.
Una vez que obtuvieron la identidad y el paradero de la propietaria, los vecinos organizados intentaron adquirir sus viviendas por medio del Fideicomiso Casa Propia (FICAPRO), haciendo valer su derecho al tanto. Pero sus divisiones internas y la falta de claridad jurídica impidieron que la operación se llevara a cabo. De esta forma, cuando parecía que todo se iba a resolver, la situación se puso mucho más violenta. Hubo cortes de tuberías (que hasta la fecha mantienen sin agua a los habitantes), incendios premeditados, pinchaduras de llantas, golpizas.
Lo peor de todo es que el policía y su cuadrilla de abogados ahora contaban con el apoyo de un vecino del edificio: el Contras. Así, se pasó a una lucha a muerte. En 1996 la dirigente fue secuestrada durante un día entero, le quitaron su camioneta y la amenazaron formalmente. Un año más tarde, su primo y colega de trabajo fue atropellado, “lo encontramos muerto, no supimos quién fue el que lo mató y no hubo justicia allí tampoco”. Ese mismo año Cristina fue atacada por tres golpeadores. Estaba embarazada de ocho meses… perdió al bebé.

 


Organización y resistencia

La afinidad entre Cristina y los dirigentes de la Asamblea de Barrios más reacios a la bursatilización de la vivienda —programa que promovía el gobierno neoliberal de Ernesto Zedillo— propició que ella y sus vecinos se fueran incorporando al Colectivo de Grupos de la Asamblea de Barrios (CG-ABCM) a partir de su fundación, en 1996. Bajo este nuevo esquema organizativo, la lucha se extendería a varios predios de la zona. “Había muchos predios que ya estaban en la organización y entonces ya nos organizábamos más rápido teniendo compañeros cerca. Ya cuando había desalojo los invitábamos a que nos vinieran a apoyar. Cuando ellos tenían problemas, íbamos a apoyarlos”.
Para finales de los noventa, Cristina se había convertido en una lideresa tan solidaria como imprescindible para la lucha popular. No fueron pocas las veces que fue a parar desalojos en otros predios. Su propia experiencia le permitía rebatir en el ámbito de lo legal y había adquirido suficiente coraje para enfrentar autoridades corruptas y toda clase de usurpadores. “Después de haber tenido mucho miedo, aprendí a encuerar a la gente, a los abogados, a las personas que se dicen ser propietarios. Porque muchas veces no son propietarios”. ¿Los encuera… literalmente? “Sí, les rompo el traje o la camisa, y después va el pantalón. Luego van las compañeras formaditas a nalguearlos. Mis dirigentes del CG-ABCM no han visto cuando me pongo así de grosera. Me transformo para poder defender a una persona que no quiero que viva lo que yo viví”.
Corroboramos las observaciones aportadas por Reyna Sánchez en la revista Rebeldía (núm. 23):

Cristina desarrolló una refinada relación con los grupos de poder prevalecientes en la zona donde vive y trabaja, los líderes, la policía, los granaderos, las autoridades. Su actitud es guerrera, no demuestra ningún miedo no importa con quién tenga que negociar, hablar, enfrentarse. Ya sea para detener un desalojo, para discutir con algún ministerio público, para defenderse de algún operativo policiaco, la actitud es la misma: resistencia.

Las redes de solidaridad y la determinación de Cristina se hicieron nuevamente necesarias en al menos dos ocasiones. La primera fue en 2001, cuando un nuevo apoderado —aliado de los casatenientes— demandó a todos los ocupantes del predio, habitantes y comerciantes por igual. “Nos mandó como 600 granaderos y nos quisieron desalojar. […] Se llenó de granaderos acá adentro. Mi hijo era menor de edad, lo sacaron a golpes. Le golpearon la cabeza con la maqueta y la cadena.”
La memoria aflora cuando Cristina saca la foto de su hijo ensangrentado.

El Contras da la orden de que entren por el edificio colindante, porque nuestro zaguán estaba cerrado con la cadena. Los granaderos se brincan, se llena el edificio de granaderos, nos echan gases, nos golpean. Los que estábamos cuidando abajo nos descontrolamos porque entraron por arriba. Pedro era menor de edad y le pegaron bien feo. A mi nieta me la aventaron. Entraron aquí adentro a tirar cosas, a hacer desmanes. Venían directamente conmigo, pero yo estaba abajo.

El saldo de la operación fue de varios heridos, incluyendo policías, y un menor detenido: el hijo de Cristina. “Hicimos denuncia y demandamos a los granaderos. Fuimos a Derechos Humanos, fuimos a la Contraloría donde demandan a los servidores públicos… no hubo justicia”.
Meses después, en noviembre de 2002, la unión de los vecinos logró impedir el desalojo de Rogelio, un vendedor de telas que trabajaba en la planta baja.
Todo indicaba que una nueva etapa de confrontaciones violentas estaba en marcha, cuando ocurrió lo inesperado: en diciembre de 2002, en el marco del Programa de Vivienda para la Atención Emergente de Inmuebles en Alto Riesgo Estructural en el Centro Histórico de la Ciudad de México (2003-2006), el Gobierno del Distrito Federal decidió expropiar 107 predios, entre ellos el que nos ocupa.

 


Una nueva etapa en la lucha


Cristina no consigue disimular su felicidad al evocar la fecha exacta de la publicación en la Gaceta Oficial. Suspira y agradece a AMLO, pero mantiene su postura crítica:

Él fue el que expropió. Yo fui a hablar con él, que me echara la mano, que me expropiara. Y sí, sí me apoyó expropiando el predio. Estamos agradecidos con él, pero también estamos en contra de lo que hizo: le entregó el centro a Carlos Slim y le entregó cuatro concesiones a empresas privadas con lo del agua.

A pesar del respiro que dio esta política pública a centenares de familias del centro, aún quedan muchos problemas por resolver. Primero, el gobierno debe indemnizar a los propietarios, y no son pocos los casos de incertidumbre jurídica. En segundo lugar, el INVI debe refrendar su misión para con los más pobres y apoyar el mejoramiento o reconstrucción de los inmuebles expropiados. En el caso del que hemos venido hablando, se trata de un edificio catalogado por el INAH, lo cual aumenta los costos de mantenimiento y rehabilitación. Finalmente, 26 años de divisiones internas en el movimiento y conflictos graves han hecho imposible la convivencia con el Contras, quien es titular de un espacio y amenaza con volver. “Lo que sí le pedimos al INVI es que no meta al enemigo aquí, porque nunca vamos a vivir en paz”.
Apenas en 2007, tras un pequeño pleito entre un trabajador del Contras y un yerno de nuestra entrevistada, los judiciales se metieron al edificio para llevarse gente presa. Existen sospechas razonables de que este “priista de hueso colorado” mantenga influencias en el Ministerio Público.
Lo que sigue es espeluznante:

Los judiciales llaman refuerzo y agarran a mi hijo Esteban, a mi compadre y al ayudante de mi compadre que era comerciante ambulante, y se llevan a los tres detenidos. Se iban a llevar a más. Entraron los judiciales a buscar más gente. El Contras señalaba. […] Entonces vamos todos hacia la delegación para ver qué se puede arreglar. Pero yo me acuerdo que con un judicial nos habíamos agarrado a chingadazos y me regresó en la esquina de Guatemala y Jesús María. Digo, “yo no voy a llegar porque yo pegué y me van a detener”. Entonces van mi hija y una vecina con su hija a ver qué pasa en la delegación, y llegando estaba su hija del Contras señalando que ellas también participaron, y van pa’ dentro. Más al ratito va mi comadre Meche. También la señalan y la agarran allí en la delegación. Las acusan de robo, que le habían robado a los judiciales. Eso fue en el 2007, estuvieron siete meses detenidos injustamente, sin haber cometido el error de robo. Sí, sí nos golpeamos. Tanto ellos nos golpearon a nosotros, tanto nosotros con ellos, o sea, nos dimos. Pero para poder hundir, dijeron que mis hijas y los demás que estuvieron detenidos les habían robado.

Su voz se quiebra nuevamente y empieza a rememorar su vida de lucha —desde el 19 de septiembre de 1985 hasta la fecha, para al fin concluir:

Quiero que mis hijos sean del centro, porque nacieron aquí. Y por ser indígena o por ser mexicana creo que tenemos derecho de un espacio de aquí del centro, o aquí en la ciudad de México ¿Por qué nada más a los ricos? ¿Por qué siempre preferencia a los ricos y a los pobres no? Ojalá que se nos cumpla ese deseo. Ojalá que el gobierno entienda que los pobres también necesitamos un espacio para vivir una vida digna. […]
Tengo muchos sentimientos, mucha alegría y mucho orgullo de saber que existe gente buena que me ha apoyado, y que he aprendido a defender a la demás gente. Estoy agradecida de la gente que me ha mirado con bonitos ojos. Estoy muy agradecida con la gente que me estima, porque siempre creí que era una persona odiada, siempre viví despreciada: discriminación, maltrato… ¿De qué manera les voy a agradecer? Pues de que voy a seguir la lucha hasta que muera.

Se hace tarde. Como todos los lunes desde que nació el Colectivo de Grupos de la Asamblea de Barrios, toca reunión general. Cristina López no puede ir esta vez pero otros compañeros sí. Rogelio cerrará el local más temprano que de costumbre —es el mismo que defendieron los vecinos en 2002—. Llegará puntual para discutir sobre los problemas que tienen de cabeza a México: la Ley de Seguridad Nacional, la bursatilización de la vivienda, el capitalismo, la globalización financiera. Pero las discusiones y los planteamientos políticos de la organización serán tratados en el próximo reportaje.

jueves, 17 de noviembre de 2011

¿Qué es una mujer hermosa?


Lalotzin de los Santos



Cuando la conocí me estremecieron sus ojos. Muy grandes y bien despiertos, sus pupilas parecían ligeramente grisáceas  con tonalidades verdes; pestañas como palmeras protegiendo aquellos pozos. Se acercó con su silueta pequeña y delicada hasta donde me encontraba. Yo, como siempre, a gusto en mi soledad, cómodo en mi mundo interno, me encontraba recargado sobre mi melancolía, observando desde el ventanal las piruetas de las aves. Tuve la impresión de estar  frente a una revelación –cosa que no es de extrañar en un tipo de mi tipo, aferrado a  la magia de la locura antes que a la lógica de la razón-; si ese día tuvo un sentido claro que fue conocernos. Fíjense que digo “conocernos” y no sólo “conocerla” pues sostengo que ese encuentro fue determinante para ambos y que acaso por lo mismo se encontraba ya dictado en el libro del destino, como un guión preestablecido del que sus actores no se enteran hasta el momento del acto –y a veces aún ni allí-. Fue cálido aquel momento. Ella se movía segura sin dar inseguridad –aquello vino después-, sus modales eran finos y parecían naturales; su conversación amena, espontanea y agradable. Irresistibles, sus ojos me hicieron desconfiar. “No, pensé, no es cierto, no es verdad… se trata de otra mentira, cualquier dama puede haber tenido la fortuna de heredar tan lindo rostro y sacar ventaja de ello”. Lo mismo para sus modos “cualquiera aprende el arte de la cortesía sin que ello signifique que necesariamente lo sea”. Asaltado por estos pensamientos de inmediato alcé la guardia “¡Alto ahí damita, no dejaré seducirme!” me dije. Luego me puse a buscar defectos, tenía que quitarla del lugar imaginario en que ya la había encumbrado ¡a escasos quince minutos de éste, nuestro primer encuentro! Bien miradas las cosas no podía decir que fuera bella, tenía una nariz boluda y ancha, y negras ojeras no lo suficientemente ocultas por su sutil maquillaje; su mentón irregular; es cierto que sus labios eran rosados y de dulce aspecto pero carecían de forma sin que el cosmético pudiera hacer nada al respecto. Para entonces me encontraba convencido de que no soportaría mi crítica, de que se habría dado cuenta ya de mi antipatía y se retiraría sin más, dejando hasta allí la historia. “Pero entonces ¿de dónde viene esta niebla, esta sensación absurda de estar ante una profeta? ¡Sólo son supercherías, delirios de inadaptado!” me dije, “¡más vale acabar con esto de una buena vez!”. Comencé a llevar las cosas a un callejón sin salida con el fin de terminar con la conversación. Pude haber sido grosero –quizá lo fui un poco, no recuerdo- pero eso habría sido una cobardía. Así que seguí su juego durante un par de minutos más, ahora desde el enfoque de alguien que juega con algo sin tomárselo por serio. Recobré seguridad y me recompuse un poco hasta el punto de intentar mostrarme audaz. Pensé en alagar sus ojos, sabiendo que probablemente ya se lo esperaba. “¡pues que me importa eso a mi! Igual se trata de un juego ¡un simple juego y no más¡ Pronto todo llegará a su fin, al menos por esta vez”. Más perdí oportunidad de hacerlo pues lo que sucedió en seguida cambió todo el panorama. Todo el edificio de argumentaciones, toda las dudas terribles que albergaba ya mi pecho se disiparon sumisas, como pidiendo perdón por atreverse a existir al mismo tiempo que en la pecosa cara de mi nueva amiga se iba dibujando lenta pero sostenida una sonrisa tan limpia, tan llena de desinterés y tan vacía de arrogancia, tan cargada de… de.. ¡diablos! ¡¿qué sé yo de qué?! ¡De saberlo no estaría ya en este mundo¡ Sólo sé que aún sus ojos –quizá su más letal arma- se tornaban periféricos ante tamaña sonrisa. A través de aquel efecto pude ver por un momento en el fondo de su alma. Sí, es cierto que ya sus ojos irradiaban aquella luz desde antes, pero cuando la belleza física anida en una mujer es natural confundir la verdad con la apariencia, por lo que lo más seguro es moverse con cautela. En cambio cuando el contenido de lo bello se asoma desde formas ordinarias o feas y aún más de las grotescas, puede uno tomar por cierto que no se está equivocado, que es real y verdadero. Descubrí la luz divina de este pequeñito ser no desde la hermosa ventana de sus ojos, sino desde la ordinaria boca que, al  convertirse en sonrisa, reveló más de lo que pude comprender entonces, quizá más de lo que hasta hoy -después de tantos años- he alcanzado a comprender. “¿Sabe usted querida dama, que esa sonrisa le abriría la puerta al cielo?”. Apenas se sonrojó. Nos despedimos contentos sabiendo inconscientemente que algo ya se había sellado entre nosotros. El encuentro se había dado. Aún no alcanzo a dicernir por completo su sentido. Tampoco me mortifica. Lo importante es que se dio y que ha dado ya unos frutos y que va a dar muchos más –sí, sé que es sólo una creencia pero estoy seguro que llegará a ser verdad-.  Sólo el sentido absoluto podría revelarlo todo, pero poseer ese poder es ni siquiera pensable. La vida es el arte de aprender a convivir con las ganas de entender lo inexplicable, pero no necesariamente de alcanzar a descifrarlo. Si ello llegará a pasar, si ello les es concedido, tal bendición puede tornarse maldita. Es por eso que millones son felices en su incomprensión, en su sana indiferencia e ignorancia.  La verdad no es patrimonio de los hombres, a menos que estén dispuestos tanto a disfrutarla como a padecerla y aún así sólo un poco de ella les será mostrada, sólo un poco en esta vida, quizá un poco más después…

Abre la muralla






 
Entrevista con el grupo de música chileno Quilapayún



Al frente las cortinas descorridas anuncian la promesa de la noche. Tras los micrófonos, las guitarras, las bocinas; tras la batería y el piano solitarios, la imagen de una pared ensangrentada domina la escena. Comienza el concierto. Ponchos negros, instrumento en mano, garganta afinada. Sencillos, cantan. Son Quilapayún.
En la lengua mapuche o mapudungun, quilapayún significa “tres barbas”. Esas tres se convirtieron en 11 barbillas, 34 álbumes y 46 años —eso sí, interrumpidos— de historia. Soy hoy de los pocos músicos que sobreviven del movimiento musical de la nueva canción chilena —entre los que se cuenta Inti Illimani.

Nosotros nacimos en  la guerra fría, en una situación diferente a la actual: con muchas contradicciones, violencia, dictadura en casi toda América Latina. Eso explica muy bien nuestra respuesta de protesta frente a esas situaciones —explica Eduardo Carrasco, uno de los tres fundadores históricos de la agrupación—. Ahora vivimos un periodo más democrático, se podría decir más tranquilo, pero con muchas injusticias que vienen de otros lados.
Sin embargo, Quilapayún no toca sólo canciones de protesta: no sólo somos un conjunto de denuncias, no sólo tenemos este compromiso con las luchas sociales, sino también con la poesía, con la cultura, con la música.
En este sentido, seguimos la continuidad de muchos antecesores. En América Latina tenemos grandes ejemplos: Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Carlos Puebla, Alí Primera, en fin, se pueden nombrar muchos.
Ahora hay mucha gente. Yo he escuchado grupos nuevos que vienen del rap y que son muy interesantes. En Chile hay muchísimos. Hicimos dos canciones con Jimmy Fernández, por ejemplo, pero también está Calle 13 y otros grupos que de una u otra manera expresan la indignación que siente la gente con las injusticias.

Un integrante un poco más nuevo, Ismael Oddó —guitarrista e hijo del emblemático quilapayunero Willy Oddó, asesinado en 1991— reafirma la opinión de Carrasco:

Yo encuentro que es positivo lo que Calle 13 hace. Creo que nadie hasta ahora se ha atrevido a decir las cosas de esa manera, teniendo la tribuna que tiene. Tiene una plataforma gigantesca y no han soltado su discurso de base.
Pueden llegar a ser populistas, pero en el fondo son de mucha necesidad en lo que hoy está pasando en el mundo, no solamente en Latinoamérica, que es nuestro tronco. Yo creo que hay una crisis global, producto de un sistema que nos crea pena cada vez más a todos.


Los estudiantes

A pesar de los cambios generacionales que hay en Chile, no hemos tenido más que tomar en cierta medida las ideas que nos da la juventud con respecto a qué cosas hacer, qué decir, qué cantar, porque ellos tienen mucha claridad. Creo que Quilapayún ahora es más conocido que antes, mucho más conocido, porque traspasa muchas generaciones.
Los estudiantes nos dicen que cuando tenían la Universidad de Chile tomada, nosotros los acompañábamos día y noche, porque cantaban  nuestras canciones, como La Muralla. Eso quiere decir que nuestras canciones están vivas. Vale decir que las generaciones anteriores se preocuparon de mantener vivo el recuerdo, la memoria, esa memoria rota de Chile.
Yo siento —interviene Ismael— que desde que se cumplen 30 años de la muerte del presidente Salvador Allende y del golpe de Estado, había una gran necesidad dentro de Chile, de parte de toda la ciudadanía y de generaciones que nacieron al inicio de la democracia, de saber qué es lo que había pasado.
Una necesidad de conocer cuál era la banda sonora de esos tiempos, cuáles eran los problemas, en qué se traducía la dictadura, cuáles eran las prohibiciones, porqué era condenado ser comunista o socialista o pertenecer a un grupo político. Toda esa necesidad de memoria, se encuentra con Quilapayún.


La experiencia chilena


En Chile se ha intentado instalar una especie de liberalismo, ultraliberalismo, sin ningún resguardo para las personas. Eso ha generado situaciones injustas, en muy distintos órdenes. Hoy hay en Chile un movimiento muy fuerte de reivindicación de la universidad pública, que durante la época de Pinochet y durante los gobiernos de concertación fue desmantelada.
La gente ya está cansada de esa situación. Hay un clima de protesta, de cansancio, y eso significa que la potencia de las canciones que reivindicaron la libertad, la democracia, la justicia, la solidaridad, alcanzan una vigencia enorme. Por supuesto que nosotros somos solidarios con los estudiantes.

Una estudiante en particular, se ha convertido en un fenómeno. Pero Camila Vallejo, la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, no impresiona a Fernando Carrasco, colaborador de siempre y ahora integrante de Quilapayún:

Camila en cierta medida es la cara visible, pero hay muchos Giorgio Jackson [presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica] y muchas Camilas Vallejo. Yo soy académico de Chile y me toca estar en todos los claustros académicos y estamentales de todos los estudiantes y realmente me tiene impresionado la categoría de discurso que tiene la juventud. Es un discurso radical pero que no excluye a nadie; por eso la gente los apoya mucho.


Venceremos

Tercera llamada. Principiamos.
Un teatro lleno. Los asistentes esperaron tres años para de nuevo recargar sus cuerpos sobre los rojos asientos acojinados del Metropolitan. La imagen sobre el telón, una pared manchada, derruida, toma forma hasta convertirse en un rostro familiar, al menos para las casi tres mil personas que la observan. Piel morena a blanco y negro, rasgos fuertes  y marcados en un fondo rojo. A un costado, su nombre en letras amarillas. Víctor Jara.
En cierta forma, queda en Quilapayún un pedacito de Víctor Jara. Él fue su director artístico durante un tiempo. Escribió muchas de las canciones que el conjunto toca hasta el día de hoy. Los quilapayuneros lo recuerdan; un poco con el ánimo de cuentas pendientes. Recordarlo, asesinado en un estadio, con cientos de chilenos como él, es recordar la esperanza de un mundo mejor.








martes, 15 de noviembre de 2011

La tiranía de la mano invisible


Antonio Álvarez



I

Hace poco más de 250 años, al médico del rey Luis XV, de Francia, se le ocurrió una idea novedosa y extravagante —diríamos, una locura—. Pensó que el mercado podría gobernar una nación y hacerla prosperar mucho mejor que cualquier rey. Tuvo la audacia de proponer que el Estado dejara libres a los individuos para producir, vender y comprar lo que quisieran y del modo en el que desearan hacerlo, y dijo que eso, lejos de provocar el caos, llevaría a la sociedad a una abundancia y una estabilidad nunca antes vistas.
Este curioso personaje era François Quesnay, cuyas ideas, al contrario de lo que uno se hubiera esperado, fueron triunfando con el paso de los años en las cortes de Europa. Muchos otros economistas posteriores, hoy más famosos que él (principalmente Adam Smith y David Ricardo) las desarrollaron, y la sociedad ha sido gobernada desde entonces cada vez más por el mercado y menos por sus gobernantes. Debido a eso me parece importante exponer brevemente dichas teorías en este artículo.

La idea es la siguiente: si un individuo egoísta es dejado libre para conseguir dinero del modo que quiera, entenderá pronto que lo mejor que puede hacer para su propio beneficio es producir bienes que los demás deseen comprar, y venderlos a un precio al que estén dispuestos a pagarlos. Si nadie quisiera sus productos, sabría que debe bajar su precio, mejorar su calidad o cambiar de giro.
Del mismo modo, si una comunidad de personas necesitara cierta mercancía con urgencia, algunos de sus integrantes entenderán relativamente pronto que podrían hacer muy buen dinero produciéndola. Aún más: cada productor se vería empujado por sus competidores a dar bienes cada vez mejores y más baratos, pues de no hacerlo así sus clientes le darían la espalda y se irían con ellos. De esa manera, toda la sociedad, impulsada por su egoísmo, se vería llevada a producir los bienes que más necesitaran los demás y al precio más bajo posible.
En una palabra: si se dejara libres a los individuos para producir, comprar y vender, muy pronto todos se verían arrastrados por su propia avaricia a trabajar muy duro por el bien de los demás, como jamás lo podría hacer ni el más sabio y bondadoso de los gobiernos.
¿Por qué alguien en un mundo así desearía robar, si fabricar honradamente productos de calidad y buen precio le dejaría mucho más dinero? ¿Por qué alguien querría engañar a sus compradores con un mal producto, si venderles lo mejor haría que volvieran a comprar en el futuro, asegurando así para siempre su prosperidad?
De esta manera, se piensa, una sociedad de egoístas dejados en libertad pueden vivir en perfecta armonía; como si una mano invisible bajara del cielo a poner mágicamente un orden entre ellos. De hecho, esa fue precisamente la imagen que comenzó a utilizarse para explicarse el fenómeno. Se habla de “la mano invisible del mercado”, que pone su propio orden en una sociedad sin ley, donde cada quién produce, compra y vende lo que le da la gana.


II

Parece mentira, pero los gobiernos de todos los países del mundo, con el tiempo, comenzaron efectivamente a dejar que sus sociedades fueran regidas por el mercado. Y eso no trajo la catástrofe; por el contrario, las naciones en las que hubo más libertad de comercio prosperaron por encima de las otras.
Naturalmente, el nuevo orden traído por la mano invisible del mercado trajo problemas, pero lo que necesito dejar claro antes de continuar, y de explicar dichos problemas, es el hecho sorprendente, demostrado por la historia, de que los negociantes egoístas, dejados en libertad de producir, comprar y vender lo que deseen, pueden generar un orden, bueno o malo, sin necesidad de que un gobierno los organice, sin necesidad siquiera de organizarse entre ellos.
No es necesario que los seres humanos nos pongamos de acuerdo democráticamente, ni siquiera que una autoridad central controle nuestras relaciones: podemos conseguir un orden social basado en el egoísmo desatado de cada quien.
Ahora hay que decir algo más: ese orden formado por la mano invisible del mercado es el orden en el que vivimos. Lo que tenemos que entender es que no somos regidos por nuestros presidentes, ni por la ONU, ni siquiera por los grandes comerciantes y empresarios: el poder en nuestra sociedad lo tiene la mano invisible del capital, y tanto los presidentes como la ONU y los magnates que mueven los hilos del poder detrás de ellos, siguen obedientemente sus dictados, y eso por una razón muy simple: porque es la mejor forma que tienen de hacerse más y más ricos.


III

Ahora podemos comenzar a explicar qué clase de mundo trajo el gobierno de la mano invisible; en qué clase de personas nos convertimos una vez que, creyéndonos incapaces de dirigir el rumbo de nuestra sociedad, entregamos nuestros destinos al gobierno azaroso del dinero.

Las nuevas clases sociales
Bajo el poder del mercado libre, algunos de estos negociantes egoístas van quebrando por la competencia de los otros, y éstos a su vez quiebran frente a otros más, que se van volviendo cada vez más ricos. De ese modo, al final va quedando una minoría reducida de grandes empresarios frente a una multitud de trabajadores desposeídos que deben ponerse a su servicio por un salario para sobrevivir.
Lo primero que tenemos que decir, entonces, es que la mano invisible no generó una sociedad de negociantes egoístas libres en constante competencia comercial; sino una sociedad de trabajadores asalariados al servicio de una pequeña minoría de magnates que controlan los gobiernos de sus países y las condiciones en las cuales se comercia.

Las ideas
Antes de que el mercado se adueñara de las naciones de Europa, el préstamo con intereses era terriblemente mal visto, y la Iglesia lo consideraba pecado. Con el tiempo esa visión fue cambiando: los préstamos no sólo arruinaban a gente desesperada que se veía obligada a endeudarse, sino que servían también para que nuevas empresas con ideas innovadoras iniciaran su trabajo.
El préstamo bancario fue una herramienta fundamental del desarrollo mercantil, los bancos florecieron y las ideas que se tenían de ellos cambiaron. Podríamos decir que la mano invisible salió de las fronteras del mercado y comenzó a influir también en la mentalidad de las personas.
Los burgueses (comerciantes y empresarios plebeyos) antes eran rechazados de las reuniones sociales de la nobleza,  y se hubiera visto como un deshonor que la hija de un aristócrata contrajera matrimonio con uno de ellos, pero con el tiempo estos casamientos se volvieron una costumbre. La nobleza y la burguesía comenzaron hablarse con una familiaridad cada vez mayor.
Los nobles empobrecidos por el mercado vendían sus títulos nobiliarios, y los aventureros que llegaban a enriquecerse los compraban. El viejo orden y la vieja mentalidad —y no sólo la economía— estaban siendo transformados por la mano invisible del mercado.

La política y la guerra
Los guerreros españoles se llenaban antes de honor y gloria saqueando la plata del continente americano, pero fueron derrotados por los comerciantes ingleses y holandeses que se dedicaron, más humildemente, a venderles productos de calidad y a bajo precio, con lo cual se quedaron finalmente con ese metal precioso antes saqueado. La mano invisible del mercado le quebró el cuello a la vieja honra de la aristocracia guerrera.
Ahora las nuevas guerras de conquista ya no se harían para saquear las riquezas de los otros pueblos, sino para controlar mercados dónde vender las propias riquezas; parece absurdo, pero resultó ser algo mucho más rentable.
Los aristócratas fueron haciéndose negociantes, y los más grandes negociantes se volvieron aristócratas. La nueva forma de enriquecerse fue desplazando a las anteriores, y poco a poco todo el orden político fue cambiando. El nuevo mundo formado por el mercado necesitaba también un nuevo tipo de instituciones políticas, y las creó.
Llegaron al mundo la libertad de prensa y esta especie de democracia dudosa en la que vivimos, pero no sólo eso; vino al mismo tiempo toda la corrupción y el cinismo que trae también el mercado, y a los que nosotros estamos ya tan habituados.
Los gobernantes honestos son mejores que los otros, ni duda cabe, pero todo el mundo sabe que no son buenos para el desarrollo mercantil: ahuyentan a los inversionistas extranjeros, entorpecen las negociaciones secretas entre políticos y empresarios, que tan buenas ganancias dejan. Una política llena de mentiras y traiciones es como el aceite que lubrica la maquinaria de la economía mundial: sería ingenuo suponer que una sociedad en la que 1% de los habitantes vive a costa del trabajo del resto pueda funcionar correctamente sin corrupción ni crímenes de Estado.
Las leyes del mercado libre, efectivamente, llevan a los negociantes egoístas a producir bienes atractivos y baratos, pero no es lo único que provocan; influyen en nuestras vidas de otras maneras que los economistas no ven o no quieren ver: la invasión de Irak equilibró la oferta y la demanda de petróleo, y se hizo con ese fin; las guerras mundiales consiguieron eliminar el desempleo asesinando a millones de personas; la destrucción de ciudades enriquece enormemente a las compañías que las reconstruyen. Muchos alimentos son tirados al mar cada año por falta de compradores.
El crecimiento económico y el equilibro entre la oferta y la demanda se alcanza efectivamente, pero no sólo en el mercado: se consigue también influyendo en la cultura, la política, la guerra y también, como veremos ahora, en la ciencia y la tecnología.

La técnica
Con el tiempo, los comerciantes pasaron de la compra de productos para la venta a la compra de los talleres en los que éstos eran producidos.
Cuando un negociante capitalista se adueña de un taller, digamos, de ropa, la presión de la competencia comercial lo obliga a hacer ciertas modificaciones; cambios que no responden al deseo de producir mejores prendas de vestir, sino principalmente al deseo de aumentar las ganancias.
Se puede, por ejemplo, comprar telas de peor calidad, que parezcan igual de buenas; adquirir mejores máquinas, que puedan ser utilizadas por cualquiera, y no necesariamente ya por sastres y costureras especializados. También es posible hacer que los empleados trabajen más duro o durante más tiempo.
El resultado es que la tradición va muriendo, el oficio pierde su viejo valor; las máquinas, correctamente programadas, pueden imitar los viejos secretos de los sastres sin ninguna dificultad. Esto mismo sucede en todas las ramas de la producción: los viejos oficios y las tradiciones que se formaban en torno a ellos son eliminados. La mano invisible sigue desbordándose, y ahora altera tanto la forma en la que las personas se organizan para producir como la tecnología con la que lo hacen. Y no se queda ahí: si debe diseñarse una técnica adecuada a la generación de ganancias cada vez mayores, entonces se debe influir también sobre la ciencia.

La ciencia
La competencia comercial no requiere filósofos y científicos que busquen las verdades ocultas del mundo: necesita más bien diseñadores de maquinaria nueva y más eficiente. Para la ciencia, ahora, la búsqueda de la verdad es sólo un medio para conseguir una tecnología cada vez más rentable; es decir, para conseguir dinero. La mano invisible invade entonces las universidades y los laboratorios.
Parece una ingenuidad, pero los antecesores de la química moderna, los llamados alquimistas, con sus experimentos de laboratorio buscaban ni más ni menos que el sentido de la vida. Con la técnica de la destilación, con la que hoy se hace alcohol, intentaban separar el alma de la materia. Los alquimistas decían buscar convertir el plomo en oro, pero era una mentira para que los reyes los siguieran alimentando mientras investigaban los secretos de Dios. Hoy sería difícil imaginar a un grupo de personas fingiendo buscar el enriquecimiento para que se les permitiera seguir investigando las verdades ocultas del mundo. Esta ciencia, hoy llamada “química”, ha evolucionado mucho y con objetivos bastante más realistas: hacer comida chatarra, combustibles y nuevos materiales de construcción.
En cuanto al derecho, el lector ya conocerá las formas que han desarrollado los abogados y jueces para beneficiar a los grandes negociantes y a los políticos con toda clase de trucos legales. Y esto tampoco sucede necesariamente porque sean personas “malvadas”; quien no lo haga de ese modo no sabe si llevará comida a sus hijos el mes siguiente; el mercado los fuerza a actuar así, porque hay miles de estudiantes de derecho buscando su mismo empleo, y quien no se someta a las leyes del mercado puede ser fácilmente sustituido por otro menos moralino que él. Y lo mismo sucede con el resto de las ramas del saber humano. Los médicos ganan una comisión por recetar el veneno que patentan todos los días las grandes farmacéuticas; los antropólogos investigan las culturas de los pueblos que las potencias del mundo planean invadir, etcétera.
Pero pasemos ahora la más cruel de las transformaciones que ha llevado a cabo la mano invisible.

La personalidad
Entre comerciantes se dice que un buen vendedor es el que realmente cree en su mercancía, no sólo el que finge hacerlo. Naturalmente, también podría fingir con la suficiente habilidad como para conseguir el mismo resultado. Pero lo que nos interesa resaltar aquí es que en ambos casos debe influir sobre su propio espíritu para adecuarlo a una buena venta, ya sea que se convenza de algo que en el fondo no cree, o que se convierta en un excelente actor. También sabe que debe sacar ánimos de alguna parte, porque no se puede esperar que un vendedor deprimido tenga buena suerte.
El obrero, por su parte, entiende que debe ser hasta cierto punto servicial, para conservar su empleo, pero también firme, para defender su salario y sus prestaciones. El mercado de trabajo le enseña con los años a maniobrar entre estas dos actitudes, de acuerdo con la fuerza que tiene frente a su empleador a cada momento. Y no es eso lo único que le enseña: el obrero no puede llegar 15 minutos tarde, no puede distraerse en la línea de producción. Tiene que enseñarse a sí mismo una serie de comportamientos para adecuarse a sí mismo al rigor de la situación en que se encuentra.
Algo similar nos pasa a todos. Quien mire hacia atrás con honestidad, hacia la historia de su vida, tendrá que admitir que aprendió a ser con el tiempo algo cínico e indiferente; a aceptar que “así son las cosas” y sacarles algo de provecho.
En resumen: uno debe adquirir cierta personalidad adecuada al capital; una personalidad que no choque demasiado con la tiranía de la mano invisible. No sólo se deforman la economía, la técnica y la política; también nosotros somos moldeados por el mercado.


V

Después de este relato podemos ver que, cuando los gobiernos del mundo entregaron su poder al mercado, desataron fuerzas mucho más grandes de lo que esperaban, y es que tomar la decisión de dejar de decidir acarrea siempre consecuencias graves e inesperadas. La mano invisible salió del mercado y comenzó a transformar a la producción, a los productos, a los sujetos que los consumen. Trascendió la materia y dominó incluso nuestros espíritus.
Los comerciantes arruinados se convirtieron ellos mismos en mercancías que debían ponerse al servicio de otros a cambio de un salario. Las leyes del intercambio libre de objetos terminaron convirtiéndonos a nosotros mismos en objetos para el intercambio. Los objetos, la tierra, el aire, nuestro cuerpo, el honor: todo puede ser puesto a la venta, y las mismas leyes que nos obligan a producir bienes de calidad y a bajo precio nos arrastran también a vender todo lo demás. Y en realidad, en estos tiempos es poco realista no hacerlo.
Lo que tenemos finalmente es un mundo diseñado por el capital: las calles, las casas, la música, la comida, las personas, todo se ha transformado para ser competitivo. Si queremos vivir, debemos hacer que nosotros mismos y nuestro entorno nos volvamos inversiones rentables. Y ni siquiera nos damos cuenta de que lo hacemos: nuestros mismos pensamientos son moldeados por la mano invisible. Creemos que “así es la vida”, que “así es la naturaleza humana”, que siempre ha sido lo mismo. Ya no somos capaces de imaginarnos, por ejemplo, una forma de sociedad en la que no exista el dinero, aunque hace 600 años éste se empleaba muy rara vez, incluso en Europa. Nos resulta completamente extraño enterarnos, por ejemplo, que antes el regalo era una institución económica mucho más poderosa e influyente que el intercambio, pero así era.
Ni siquiera la izquierda suele imaginarse hoy un mundo sin Estados nacionales ni ejércitos ni dinero, aunque éstas sean en realidad instituciones relativamente recientes.
En una palabra: incluso el pensamiento de quienes nos rebelamos en contra de esta sociedad ha sido moldeado por la mano invisible. No podemos imaginar siquiera un mundo realmente diferente, y si no podemos imaginarlo es, claro, mucho más difícil que logremos crearlo.
Quienes buscamos reformar el mundo no necesitamos tanto de la ética estricta y del espíritu de autosacrificio como de una visión clara. Lo más importante para nosotros es entender que somos los únicos responsables de la vida que llevamos, y dejar de culpar a la naturaleza humana por todas las tonterías que hacemos. Y tal vez la más grande de todas esas tonterías haya sido dejar que el azar del mercado dominara nuestras vidas.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Mexicana de aviación, fraude maquinado

Vean esta poderosa declaración de Joaquín Ortega Esquivel sobre el problema de Mexicana de Aviación.


http://www.youtube.com/watch?v=7bM7RL6nn9k&feature=share

El origen de la crisis



Jaime Ortiz



El viejo régimen

En el presente sexenio el país vivió su peor crisis económica desde los años veinte; vive también el peor estado de inseguridad y violencia desde la Revolución mexicana y su contrarrevolución, la llamada Guerra cristera. En ese tiempo se conjugaron en contra del Estado mexicano, de por sí en construcción, tanto ese alzamiento religioso como una crisis económica.
No sin dificultades, el gobierno sorteó entonces ambos problemas, e incluso salió fortalecido de ellos, con la formación de un partido de Estado que asimiló a la mayor parte de las fuerzas políticas en lucha. Tanto la izquierda como la derecha fueron atraídas al gobierno emanado de la Revolución con un método hábil de distribución de la riqueza: dar presupuesto a cambio de lealtades políticas; satisfacer las demandas de los movimientos sociales con tal de que aceptaran integrarse al partido, y muchas veces después del encarcelamiento o asesinato de sus dirigentes.
En 1968, por ejemplo, el gobierno acalló violentamente las pretensiones democráticas del movimiento estudiantil, y en los setentas aplastó a insurgencia revolucionaria dirigida por los sobrevivientes de dicho movimiento, pero el buen paso de las finanzas nacionales y la seguridad social que gozaba buena parte de la población, es decir, el “Estado de bienestar”, le permitió seguir adelante sin mostrar prácticamente ninguna debilidad.
En ese tiempo, el crimen organizado estaba también controlado por el Estado, como ahora veremos:
La sierra de Sinaloa fue elegida a finales de los cuarenta por los gobiernos mexicano y estadounidense para cultivar amapola; materia prima de la morfina, que serviría de analgésico a los soldados estadounidenses heridos, y de heroína, que se vendería en las calles del vecino país para apaciguar los recuerdos traumáticos de los veteranos, y la convicción de estudiantes, hippies y negros que se oponían a que su país participara en las muchas guerras de la Guerra fría.
Quienes se dedicaban a esta actividad en México eran personal del gobierno; no existía ningún acuerdo con ningún grupo de narcotraficantes. Se trataba de una actividad signada entre los gobiernos de México y Estados Unidos y era operada por personal de ambos gobiernos.
Con el tiempo se incorporó el cultivo de la mariguana para el mismo fin, pero ya no se produjo solamente para exportación. Con el estallido de los movimientos sociales de los sesentas y setentas en México, el gobierno decidió aplicar la misma estrategia que su contraparte estadounidense, pero con esta droga menos agresiva.
No se hizo esto sólo para consumir la energía de los opositores al régimen, sino también para facilitar su detención. Los vendedores de mariguana al menudeo en barrios populares y universidades, además de pagarle una cuota a la policía, le servían como informantes. De este modo los cuerpos de seguridad obtenían un mejor control del movimiento social y además un sobresueldo. Narcotizar al pueblo no es una práctica nueva, en el siglo XIX las tiendas de raya incluían fuertes cantidades de aguardiente y pulque “para tranquilizar a la indiada”.
Una vez que a finales de los ochentas surge un mercado nacional de cocaína, la policía lo combate ferozmente (recuérdese a los narcotraficantes colombianos encontrados encadenados en los sótanos de Tlaxcuaque tras los sismos de 1985). El gobierno consideraba entonces que esa droga era muy fuerte para su sociedad. La cocaína sólo aparece en las películas norteamericanas como Cara cortada, y en México sólo es consumida por algunos políticos y personajes de la farándula. Son los tiempos en los que el negro Durazo era jefe de la policía en el Distrito Federal.


El nuevo régimen

20 años después, las cosas eran diferentes. La URSS había desaparecido, y no se podía ya negociar la independencia maniobrando entre las dos grandes potencias del mundo.
La imposición de la nueva política económica en México —eso a lo que se ha llamado “neoliberalismo”— está ligada al llamado consenso de Washington; un acuerdo del capitalismo mundial para imponer un nuevo orden en el planeta. En dicho acuerdo se decidió lo que producirán las naciones pobres, a la vez de mantenerlas a la zaga del progreso tecnológico para prolongar su dependencia económica de las naciones ricas, con lo que México quedó, ya sin los contrapesos del mundo bipolar, en absoluta dependencia política y económica de Estados Unidos.
El costo político y económico de la imposición del nuevo modelo de desarrollo fue alto: en primer lugar, se levantó dentro del partido de Estado una disidencia que pedía la democratización del país y un regreso a las viejas políticas económicas que permitieron en el pasado el desarrollo nacional. Aliada con la izquierda y encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, dicha disidencia hubiera podido ganar la presidencia, y el fraude que se organizó en su contra generó una crisis política. Seis años después vendrían también el levantamiento zapatista, los asesinatos del candidato del PRI a la presidencia, Luis Donaldo Colosio, y del líder nacional del mismo partido, Francisco Ruiz Massieu, y desde luego la crisis económica en el sexenio de Zedillo. Pero ¿cómo enfrentó esta crisis generalizada el Estado mexicano?
El gobierno y su partido de Estado palearon la crisis política cediendo posiciones de poder a la oposición, tanto la que venía de la derecha como la que representaba el recién grupo escindido del partido de Estado. A la derecha se le permite militar activamente en el Partido Acción Nacional, incluso en “los pasillos del poder de la época” se dice que estos grupos empresariales, que fueron antiguos aliados del PRI, habrían comprado un partido: El PAN. El resultado inmediato fue que este partido “ganó”, o mejor dicho se le permitió ganar, las gubernaturas de los estados de Chihuahua y Guanajuato. Ese acuerdo entre el gobierno priista y el PAN tenía como “principio” construir una democracia electoral, con un sistema bipartidista basado en la alternancia del poder.
Pero en ese plan estorbaba el movimiento que dirigía Cárdenas, de modo que con la urgencia que los tiempos exigían, se le permitió convertirse en un partido político usando el registro del antiguo Partido Comunista, a cambió de “aflojar” las movilizaciones en contra del fraude electoral cometido en su contra. Así nace el PRD, fruto de una alianza de diferentes grupos de izquierda coaligados para este fin con ex priistas de centro izquierda. Pero más temprano que tarde el gobierno de Salinas de Gortari vio en esta nueva fuerza una verdadera oposición a sus planes de implantar definitivamente el nuevo sistema de desarrollo económico y, con la anuencia del PAN, retomó la idea de un sistema bipartidista y se dio a la tarea de combatir ferozmente al naciente PRD, de lo que resultó la muerte de más de más de 200 de sus militantes.
Una vez acabado el gobierno salinista, el PRI de Zedillo acuerda con Cárdenas el gobierno de la ciudad de México. Mientras la izquierda electoral se agrupa y organiza en el PRD, a la izquierda no electoral debe permitírsele agruparse alrededor del EZLN. La derecha hace lo propio con el PAN, y los grupos sociales que no se entendían ni con las izquierdas ni con las derechas se les empuja a organizarse en ONG, de modo que todo aquel que tenía inquietudes políticas y de participación social encontró un lugar en la nueva realidad social y política del país.
Para algunas mentes despiertas de la época y para no tantas del presente, estos hechos significaron, si no el fin de la izquierda revolucionaria, sí su letargo y debilitamiento. Mientras todo esto pasaba, se implanta definitivamente el nuevo modelo de desarrollo económico y se desmantelaba la riqueza del Estado.
Los medios masivos de comunicación juegan un papel central en todos estos hechos. Las televisoras privadas más que nunca se convierten en promotoras de estos cambios. En ellas no se deja de hablar de lo ineficientes que son el IMSS y el ISSSTE. Dicen una y otra vez “que lo mejor es ser atendido en hospitales privados”; dicen una y otra vez “que los sindicatos son un lastre para el desarrollo”; repiten incansables que “la UNAM es una olla de grillos”.
Baste recordar un hecho contundente, lo sucedido con Telmex. En ese tiempo los medios de comunicación no cesaban de decir que la entonces empresa paraestatal era un lastre para el gobierno y, tras vender el monopolio, quien lo compró, Carlos Slim, en menos de 15 años se convirtió en el hombre más rico del mundo.
Estos cambios “democráticos” en el régimen son el principio de la transición de la dictadura del partido de Estado a un sistema de partidos, donde el gobierno cede parte de la responsabilidad del país a “la sociedad civil”, forma eufemística con que sus promotores: un poderoso sector de la derecha del PRI y el PAN, nombraban a los grupos empresariales (de los que formarían parte, dicho sea de paso, al terminar su periodo).
Guillermo Mendizábal Lizalde, editor del muy vendido libro Lo negro del Negro Durazo, solía decir entonces que los políticos del pasado habían vendido a la patria, pero que también la habían comprado. Un solo ejemplo de eso: Ernesto Zedillo, ex presidente de México, es fuerte accionista de una de las empresas norteamericanas que compraron durante su gobierno, a un precio de ganga, una parte de lo que fue hasta entonces Ferrocarriles Nacionales.
Pero la suerte de la economía mexicana estaba echada, la presión internacional consigue que en dos sexenios, los de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo, se traslade la riqueza del Estado a manos de empresas privadas tanto nacionales como extranjeras, lo que propició la desindustrialización del país, el debilitamiento de las instituciones de seguridad social, y la fragmentación y venta de las tierras ejidales.
El mercado laboral se abre a la contratación “por honorarios”, lo que excluye a los así contratados de las prestaciones laborales a las que obliga la Ley. Empeora la pobreza y se amplían el comercio informal, el desempleo y, con ello, la emigración a Estados Unidos. Quiebran también un gran número de pequeñas y medianas empresas; las empresas trasnacionales se apropian del mercado nacional.
Disminuye el gasto social, con lo que no me refiero al dinero que el gobierno da a la población más pobre para palear sus necesidades sin resolverlas, sino al empleado para construir escuelas de educación básica gratuitas y educación tecnológica que permitan a sus egresados un ascenso económico y social; al dinero para construir y mejorar las universidades públicas que eviten la dependencia científica y tecnológica del país; a los recursos para tener hospitales públicos de calidad, accesibles a toda la población.
Todo esto es muy importante, porque la riqueza en manos del Estado fue lo que le permitió en el pasado al gobierno mexicano sortear las crisis políticas y las económicas del pasado.

El narco en el nuevo régimen
Como es evidente, el nuevo orden internacional opera también fuera de la ley, y la industria de la droga, como cualquier otra, fue influida por los cambios que hemos relatado.
El gobierno de Salinas de Gortari, conociendo las posibles consecuencias de sus políticas, decide entre otras cosas permitir la entrada de drogas duras al mercado interno mexicano. Este gran negocio resarcía con creses el dinero que los políticos ya no podían ordeñar de las empresas paraestatales, ahora en manos privadas, y mejoraba el uso político de las drogas como medio de control social.
Con la llegada de la tan ansiada transición democrática, Vicente Fox y su partido se adueñaron del gobierno, pero no de los negocios del poder. El control de la producción y venta de drogas se quedó en manos de los gobernadores priistas en cada estado.
Lo que sucede después es por todos conocido: los políticos de la administración federal, al verse fuera de tan jugoso negocio, no bien se sientan en los sillones de sus oficinas cuando ya han “vendido las plazas” a las mafias disidentes de las que controlan el negocio del narcotráfico. El resultado es un enfrentamiento entre bandas contrarias que se disputan a sangre y fuego el control, tanto de la venta de narcóticos al menudeo como del trasiego de drogas a los Estados Unidos.
El narcotráfico está, sin duda, asociado a los poderes políticos locales y estatales, sin importar su filiación partidista. Al menos en los estados del norte, cada grupo político regional tiene asociado a sí a un grupo delictivo dedicado al narcotráfico y a otras actividades ilícitas como la trata de personas y el secuestro. Tales actividades son muchas veces ejercidas por los aparatos policiacos.
Es muy probable que los gobiernos locales y estatales, al perder buena parte de su presupuesto como consecuencia del nuevo modelo económico, se vieran impulsados a buscar fuentes alternas de enriquecimiento, y el camino más corto que tenían era asociarse al crimen organizado.
Estos grupos sin duda apoyan financieramente a los políticos regionales que los benefician, y amedrentan a quienes muestran interés en combatirlos. En algunos sitios, cada banda criminal tiene su propio candidato, y las contiendas electorales tienen en paralelo una la lucha armada y sangrienta por el control de “la plaza”.


Los gobiernos del PAN y la situación actual

Ya con el Estado de bienestar acabado, la presión social fue suficiente para que hubiera un cambio de partido en el gobierno, y tras unas elecciones limpias arribó al poder la oposición de la derecha. El gobierno federal queda en manos del PAN, y el nuevo presidente, Vicente Fox, está preocupado principalmente por aprender a gobernar y mantener el poder con un modelo heredado.
En los hechos fue un mal gobierno, sólo para ejemplificar: no cumplió sus promesas de campaña, nunca entrego cuentas claras sobre los cuantiosos ingresos excedentes de la venta del petróleo y, al menos por omisión, permitió el crecimiento desmedido de las bandas criminales dedicadas al narcotráfico y a otras actividades ilícitas; desoyó al secretario de Seguridad Pública Gerts Manero y éste renuncia. Poco después el Chapo Guzmán se fuga del penal de máxima seguridad de puente grande, pero el presidente Fox está más preocupado por la sucesión presidencial que por los problemas de fondo: la pobreza extrema de más de la mitad de la población, los feminicidios en Ciudad Juárez, el empobrecimiento de la planta productiva del país.
Finalmente el PRI no va unido a las elecciones de 2006, la izquierda electoral logra un acuerdo con las fuerzas afines a López Obrador, y este avanza en las preferencias electorales. La derecha se reorganiza y pone como su candidato a un personaje gris: Felipe Calderón Hinojosa.
Como corolario de su mandato, ya muy debilitado políticamente y con fuertes presiones de parte de las grandes empresas trasnacionales, el Fondo Monetario Internacional y Washington, y de los poderosos grupos empresariales en México, el gobierno de Vicente Fox y sus aliados llevaron a cabo un fraude electoral que dejó fuera de la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, hecho que derivó en una nueva crisis política que dejo en entre dicho el sistema electoral mexicano y a un presidente muy débil en Los Pinos.
Felipe Calderón asume el poder muy debilitado, constata que el PRI solamente les dejó la administración del gobierno, es decir, el cascarón, pero no el poder en sí. El mundo entra en crisis económica y una pandemia de influenza comienza en México, el resultado es que la delincuencia se incrementa tanto que controla regiones enteras, cuyos habitantes viven en la zozobra.
Calderón toma dos acciones para mostrar fuerza: le declara la guerra al narcotráfico y líquida a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, con lo que pone en jaque a su combativo sindicato, el SME. En una y otra acción las fuerzas armadas están a su lado, la militarización del país es una realidad.

El narco en la situación actual
El incremento del consumo de drogas es exponencial, y ese mercado se compite a sangre y fuego entre los grupos que antiguamente fueron del Estado, ahora independientes o sirviendo a los grupos de poder político locales. El narcotráfico existe, hemos dicho, siempre vinculado a un poder político. Los gobiernos del PAN han participado de este negocio ilícito pero no necesariamente con los mismos grupos con los que lo hizo el PRI, de tal manera los gobiernos estatales del norte están vinculados con grupos delincuenciales antagónicos a los que están asociados al gobierno federal, de modo que es probable que la guerra en contra del narcotráfico en realidad sea una guerra entre los brazos armados de los diferentes grupos políticos que se disputan el control del país.
No debemos olvidar el problema central: ¿por qué mueren 50 mil personas en el país? ¿Por qué los jóvenes siguen proveyendo de carne de cañón tanto a los grupos criminales como a las corporaciones policiacas y al Ejército? Porque no hay empleo, o cuando menos ninguno tan bien remunerado. Se trata de una de las consecuencias del nuevo modelo de desarrollo, no calculadas por quienes lo impusieron. Por su parte, para los dueños de este negocio las pérdidas humanas son pagables y reemplazables.

El Ejército
Desde los años treinta las fuerzas armadas no habían tenido tanto poder en el país. Su presupuesto ha aumentado año con año desde el levantamiento zapatista de 1993; el número de sus efectivos también se ha incrementado, y en estos tiempos a todos nos es familiar ver columnas de vehículos artillados haciendo maniobras en las calles.
Muchos militares en retiro o con licencia son los encargados del despacho de los altos cargos de seguridad pública en los estados. Al menos en este sexenio no hay decisión importante, como por ejemplo la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza, que no sea consultada con las fuerzas armadas. Hoy por hoy, ni Calderón ni ningún otro presidente podrá gobernar sin tener una buena relación con el Ejército, y cundo digo “una buena relación”, me refiero a un incremento sostenido del presupuesto a las fuerzas armadas, y la tolerancia a la opacidad con que éste se ejerce, y que responde responde, según sus altos mandos, a asuntos de “seguridad nacional”.
Al parecer el ejército no apoyara a ningún candidato, pero eso habrá que verlo. Ya que con el PAN, han recibido muchos beneficios, pero el Ejército tiene una estructura interna de origen popular, lo que podría derivar en un apoyo diferenciado entre el PRI y el PRD, incluso se dice que López obrador tiene muy buenas relaciones con algunos mandos militares. Por su parte, la Marina tiene buenas relaciones con la derecha representada por el PAN.

Los empresarios
El empresariado en México ha sufrido dos procesos importantes en los últimos cuarenta años, uno es que la riqueza del estado fue transferida a sus arcas, Teléfonos de México es el ejemplo emblemático, donde Carlos Slim paso de ser un hombre rico a ser el hombre más rico del mundo. El otro proceso es la debacle de la planta productiva de la industria de la transformación y de la pequeña y mediana empresa ante la globalización económica y la integración con el mercado estadounidense. Este hecho hace que extensos sectores empresariales miren a la izquierda como una posibilidad real. Por su parte, la alta esfera empresarial no tiene partido, apoyará o bien a varios candidatos o al que le asegure sus privilegios, en particular dos: conservar el monopolio de su interés y la exención de impuestos.
También los grandes monopolios trasnacionales tienen interés en nuestro país. No es un secreto que las empresas petroleras mundiales y las tabacaleras mantienen un cabildeo permanente con nuestros legisladores; a nadie le extrañaría que en las campañas políticas por venir sea usado dinero de sus arcas.


El 2012

En estos casi dos sexenios de gobierno del PAN se ha mantenido el mismo modelo de desarrollo de las dos últimas presidencias priistas —las de Salinas de Gortari y la de Ernesto Zedillo—, cuyas consecuencias económicas y políticas llevaron al PRI a perder la presidencia de la república. Se antoja que lo mismo le ocurra al PAN, pero la pregunta es: ¿El grupo que acceda a la presidencia estará dispuesto a cambiar el sistema de desarrollo económico?

A la vista hay tres posibilidades:

I. Que el grupo que actualmente gobierna mantenga el poder. Eso se ve difícil, sin embargo lo puede hacer a partir de un fraude que defendería con las fuerzas policiacas y militares que ya tiene desplegados en todo el país. Es un escenario poco probable, ya que frente a sí tiene a otro grupo igual de fuerte y capacitado para los fraudes electorales: el PRI.
La única posibilidad que tiene el PAN de quedarse con el gobierno es aliarse con el PRD; esa fórmula les ha dado buenos resultados en el pasado, y podría servirles. Naturalmente, ese gobierno de coalición no significaría un cambio para el país.
II. Si el PRI y su candidato Peña Nieto ganara la presidencia, lo haría sin duda con el beneplácito del capital internacional. Los grupos locales, incluyendo a los criminales, esperarían la parte del pastel les toca, pero pronto se darían cuenta que el mercado está saturado y que algunos grupos estarán más favorecidos por la protección del Estado que otros; las condiciones económicas en general se mantendrán igual y la población menos favorecida seguirá viendo en el narcotráfico una buena opción de vida. La consecuencia de eso será la continuación de la guerra.
III. La otra opción sería una gran coalición de izquierda que tenga claro que se debe cambiar el modelo desarrollo económico, que permita a la gran mayoría tener un empleo suficientemente remunerado, que permita que se estreche la distancia entre ricos y pobres, que haga más equitativa la distribución de la riqueza. Esto se antoja difícil pero no imposible. El origen de los problemas de este país, en opinión de quien escribe, es el desprecio que los dueños del dinero y sus empleados en el gobierno sienten por el pueblo que explotan y gobiernan. Está en nuestras manos que eso cambie.