jueves, 3 de noviembre de 2011

Los derechos laborales de los futbolistas






Carlos de Buen Unna


El fútbol profesional es uno de los ámbitos en nuestro país en donde menos se respeta el derecho del trabajo. El monopolio que los empleadores ejercen a través de la Federación Mexicana de Fútbol (Femexfut), con el apoyo de muchos medios de comunicación de todo tipo, pero sobre todo de la televisión comercial, les ha permitido establecer sus propias reglas y sus propios medios de solución de los conflictos, siempre a favor de los clubes, sin someterse a las disposiciones de la Ley Federal del Trabajo (LFT).
Un jugador que quiera acudir a las juntas de conciliación y arbitraje para hacer valer sus derechos, sabe que se enfrentará no sólo a la empresa que lo contrató sino a todo ese gran aparato, e independientemente de la suerte que corra en el juicio, seguramente verá terminada su carrera como futbolista. Y es que los equipos podrán ser los grandes enemigos en la cancha, pero fuera de ella se comportan como las grandes familias sicilianas.
Uno de los pocos casos bien conocidos es el de Carlos Albert, quien demandó al viejo Necaxa, al que ganó el juicio después de muchos años de litigio, pero no volvió a jugar profesionalmente.
Incursionó después en el radio y la televisión y alternó un buen tiempo con José Ramón Fernández. Ambos se destacaron entonces como los críticos más feroces del fútbol organizado, hasta que la Televisión Azteca decidió que sus intereses en el fútbol eran compatibles con los de Televisa, y Albert, que no estuvo dispuesto a renunciar a sus principios, tuvo que salir de esa televisora.
En el ejercicio profesional de la abogacía me ha tocado estar en contacto con el fútbol profesional en diversas ocasiones. Sirvan mis experiencias como ejemplos.
Hace algunos años Islas, portero del Toluca —quien había defendido en varios campeonatos mundiales la camiseta de la Selección Argentina—, decidió dar por terminado su contrato de trabajo por incumplimiento de dicho equipo, que le debía sueldos atrasados, y demandarlo ante la Junta de Conciliación y Arbitraje.
Al notificar la rescisión al Club, fue citado por la Femexfut, que le hizo saber que, si quería seguir jugando, debía retirar su demanda y someterse al arbitraje de la propia Federación. Una bonita solución en la que el patrón es juez y parte. Islas se negó, confiado en que podría regresar a jugar a Argentina, pues no tenía mayor interés en seguir en México. Sin embargo, la Femexfut no le devolvió su carta internacional, documento con el que la FIFA, sede mundial de la gran familia, controla a los jugadores profesionales de todo el mundo. El final de la historia fue bastante triste: Islas no solamente retiró su demanda, sino que además pagó al Toluca alguna cantidad de dinero que supuestamente le había adelantado, pues su contrato era por tres años y había cumplido uno solo. De esa manera recuperó su carta y pudo seguir jugando. Y la Ley, ¡bien, gracias!
Me tocó también asesorar a la Asociación de Futbolistas Profesionales (AFP) unos años después, cuando los jugadores de la Selección Nacional se habían negado a acudir a una gira por Europa, pues si mal no recuerdo, ese año era el primero en que se establecía el draft, esto es, el sistema de transferencia de jugadores entre los equipos, controlado por las propias empresas, que supuestamente tenía por objeto regular ese mercado. Por cierto, ¿no dice el artículo 3 de la Ley Federal del Trabajo que el trabajo no es un artículo de comercio? El caso es que los jugadores convocados estaban muy nerviosos, pues en su ausencia se negociarían sus contratos, sin intervención alguna de su parte. La AFP, dirigida por tres destacados jugadores (que por cierto son ahora entrenadores), Javier Aguirre, Alfredo Tena y Víctor Manuel Aguado, en un esfuerzo inédito logró reunir a los seleccionados, quienes tomaron la decisión de no acudir a la gira hasta que no se les otorgara alguna garantía de que sus intereses serían respetados. Tristemente la solidaridad no alcanzó a todos. Carlos Hermosillo, el Chepo de la Torre y Roberto Ruiz Esparza se alinearon con los intereses de la Femexfut. A pesar de ellos, en esa ocasión y otras posteriores, la AFP logró acuerdos importantes a favor de los jugadores.
La AFP fue, por cierto, lo más cercano que ha habido en México a un sindicato de futbolistas profesionales. Por desgracia, los intentos de convertir a la Asociación en un sindicato se frustraron, pues mis tres amigos descuidaron el tema de la sucesión y cuando concluyó su periodo no hubo quien continuara con el proyecto. Después la Asociación se desvió de sus fines y yo le perdí la pista.
Muchos años atrás, en los tiempos del ya citado Carlos Albert, Antonio Mota, Enrique Borja y otros viejos ídolos, hubo un primer intento de constituir un sindicato. Pero se combinaron la represión y la cooptación, y dicho organismo, aunque llegó a obtener su registro, nunca funcionó. En tiempos muy recientes, otro sindicato se constituyó legalmente y obtuvo su registro de las autoridades laborales, pero por lo visto no ha tenido una actividad muy destacada, pues hasta donde sabemos no ha suscrito un solo contrato colectivo de trabajo, y un sindicato que no negocia colectivamente no sirve de gran cosa.
Es obvio que muchos aficionados se preguntarán para qué queremos un sindicato en el fútbol. Pensarán tal vez que una huelga sería sumamente nociva para el fútbol mexicano y si así no estamos tan bien en el ámbito internacional, los conflictos laborales nos dejarán en peor estado. Estamos convencidos de que no es así. La indefensión no hace buenos ciudadanos ni buenos deportistas. El mejor fútbol del mundo, tanto en Europa como en América Latina, tiene sindicatos, y a pesar de las reglas de la FIFA y de las federaciones nacionales que tratan de proteger los intereses de los clubes, los jugadores hacen valer sus derechos ante los tribunales y no por ello dejan de jugar, pues sus sindicatos los defienden. Son mejores jugadores y su fútbol es mejor.
Muchos mexicanos siguen creyendo, no sólo en el ámbito del fútbol o del deporte profesional, sino en todos los aspectos, que el derecho del trabajo protege indebidamente a los trabajadores, que solapa su desidia y su flojera y los hace cada vez más irresponsables. Siguen pensando que la indefensión de los trabajadores es la mejor vía para incrementar la productividad de las empresas. Tal vez por eso el sector patronal mexicano no sea mejor que nuestro fútbol.

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