jueves, 3 de noviembre de 2011

Cherán: la vida sin policía






Agencia Autónoma de Comunicación


Hay algo extraordinario en el andar por las calles de Cherán, que es fácil no advertir: en este lugar no hay policía. Contrario a lo que es común pensar, la ausencia de patrullas municipales, policía estatal y agentes de tránsito ha traído seguridad. Por las calles “anárquicas” de Cherán se respira sosiego.
Desde el pasado 15 de abril, los pobladores de esta comunidad —hartos de la actividad de los talamontes, que habían destruido casi tres mil hectáreas de sus antiguos bosques, y de la indiferencia del gobierno— tomaron el control de la cabecera municipal de Cherán; desconocieron a las autoridades y a los cuerpos de seguridad municipal, y se conviertieron en  guardianes del bosque y de sí mismos.


La historia como aprendizaje, la historia como arma

Históricamente, la región de la meseta P’urhépecha se ha mantenido relativamente bien organizada; desde antes de la llegada de europeos en el siglo XVI, pasando por la Colonia y hasta el siglo XX. Los distintos pueblos de la región han luchado por conservar su organización comunitaria de acuerdo con sus usos y costumbres políticas, y han defendido su cosmovisión y la manera en la que entienden y practican la organización social y económica, lo mismo frente a los mexicas que frente a los europeos y los gobiernos nacionales posteriores.
En el siglo XX hubo también luchas comunitarias importantes: en 1970, los pobladores de Santa Fe de la Laguna tomaron dos mil hectáreas de tierra que les estaban siendo arrebatadas por los ganaderos de la vecina Quiroga, con lo que la comunidad se cohesionó aún más, lo que sentó un precedente clave para entender los movimientos posteriores.
En este contexto, en el que el Estado se entromete en la vida comunitaria sin previa consulta ni diálogo, se desata un nuevo reto para la comunidad: la aprobación o rechazo de una planta nuclear en tierras productivas. Santa Fe de la Laguna vuelve a atravesar un periodo complicado de movilización que divide a la comunidad entre los que están y los que no están de acuerdo con la planta nuclear. Finalmente, prevale el principio de defensa de la comunidad; las asambleas deciden rechazar su instalación.
Con el apoyo del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear (SUTIN), se consigue detener la imposición del Estado y se frena la división comunitaria, pero sobre todo, esta experiencia doble permite el reforzamiento de la nación P’urhépecha.
De esta época de efervescencia política en la zona, y en todo Michoacán, es de donde proviene el lema que unifica esta nación: “juchari uinapikua”, que en lengua p’urhépecha significa “nuestra fuerza”.
A raíz de las elecciones nacionales de 1988, en los pueblos de la zona se organizaron instrumentos de decisión colectiva llamados “casas comunales”, que organizaron una toma masiva de alcaldías. Cherán, junto a otros 49 municipios michoacanos, tomó su alcaldía y sostuvo una organización que creció ante los embates de la policía y el Ejército. Así se reestructuraron nuevamente, con viejos e insólitos elementos, los organismos comunales y sus liderazgos.
Esta memoria histórica de lucha se fortalece y renueva con el recibimiento en Nurío de la delegación zapatista que recorría parte del país en la Marcha del Color de la Tierra entre febrero y marzo de 2001. En esa ocasión, la comunidad se preparó tiempo antes para recibir a los comandantes indígenas, al subcomandante Marcos y a todas las personas que venían en aquel recorrido. Esta comunidad p’urhépecha también fue sede del III Congreso Nacional Indígena, el cual se realizó aprovechando la visita del EZLN.
La comunidad de Cherán formó parte, y ahora es heredera, de este proceso histórico e identitario, por lo cual es posible comprender que el levantamiento ocurrido el 15 de abril de 2011 no proviene de la nada.


La tala clandestina

La concepción sagrada de la nana echeri, la madre naturaleza, es un factor definitorio. Los compañeros de la recién creada radio comunitaria de Cherán dijeron, al cumplimiento de cuatro meses de resistencia, el 15 de agosto pasado:

Siempre hemos estado aquí para defender, con nuestras vidas si es necesario, el respeto y amor a nuestra madre naturaleza, porque los indígenas poseemos el conocimiento ancestral de la convivencia armónica con la naturaleza.




Desde Puente Quemado hasta Agua Blanca, en el camino a Paracho, las huellas de la devastación son demasiado evidentes, cada árbol talado parece una herida de la tierra. Donde se pose la mirada, hay troncos podridos y quemados. Además de extraer madera de forma ilegal, después se quemaba el lugar para habilitarlo como zona de sembradío: “habían pinos de hasta diez metros”, continúan explicando los comuneros, “pinos, encinos, robles…”
Todo ha sido destrozado y saqueado. No solamente Cherán tiene problemas con la tala indiscriminada, sino alrededor de 13 comunidades de la meseta P’urhepecha.
Cherán tiene una superficie aproximada de 221.88 kilómetros cuadrados, es decir 22 mil 188 hectáreas. Los pobladores explican que el territorio de Cherán está dividido aproximadamente en 20,898 hectáreas de tierras comunales otorgadas por resolución presidencial, y otras cuatro mil hectáreas de tierra en pequeña propiedad. Un comunero a cargo de los recursos comunitarios y de la implementación de un plan de rescate de los hermosos bosques —que eran el distintivo más conocido de la meseta P’urhépecha— afirma que existe una amplia zona boscosa devastada

 [Han sido afectadas] 7 mil 133 hectáreas, de las cuales 2,925, más o menos, están 80% devastadas o totalmente devastadas. Hay otra área de 2,500 hectáreas que están devastadas a un 50%, o sea que en esas todavía puede haber probabilidades de recuperación natural. Sí son recuperables todavía las que se encuentran al 70% u 80%, pero ya requieren la intervención del hombre con actividades de restauración, de reconstitución ya de lo que viene siendo flora y fauna en esas áreas […] a través de reforestaciones, a través de la conservación de los mismos suelos, a través de la introducción de algunas especies maderables.

El problema de la tala incontrolada no es reciente, y se ha dado en medio de la pobreza, la explotación y la pasividad de las autoridades estatales. Desde finales de los ochentas, y sobre todo durante los noventas, la degradación ecológica ha sido inducida por la extensión paulatina de la frontera agrícola, además del abandono de los sistemas comunales de rotación de la tierra para el sembrado.
Por otro lado, se han estado dando permisos para el ingreso de empresas que imponen lógicas territoriales distintas, por no decir salvajes. Gunther Dietz afirma que

la apertura infraestructural de las comunidades y de sus recursos naturales para actores empresariales externos, que han ido imponiendo su lógica comercial tanto a la agricultura y la ganadería como a la silvicultura y la producción artesanal, ha repercutido profundamente en el medio ambiente regional.

Tal es el caso de los monocultivos de aguacate transgénico o el de los megaproyectos carreteros, que sólo agravarán la destrucción del bosque. El avance del crimen organizado es parte de la lógica de apropiación violenta de los territorios comunales y sus recursos, que ha venido desplazando formas de manejo comunitario de bosques y ríos, e incluso arrebatando vidas humanas.
Los sistemas comunitarios practicados por generaciones se han visto arrinconados, mutilados, agredidos y corroídos, incluso internamente, por la lógica capitalista que mercantiliza la naturaleza:

Los talamontes son los que suben, roban y bajan la madera, pues, pero los grupos armados son los que brindan protección, para que no te digan, para que nadie te levante la voz, acá abajo están pues los grupos armados pidiendo cuotas.

La inoperancia estatal, e incluso la complicidad de la policía municipal, frente a los abusos crecientes cometidos por el crimen organizado, era evidente:

La policía municipal nunca hizo nada, pasaban por el frente de ellos y “adiós”, y como si nada. Por aquí tuvimos problemas con autoridades comunales, les hicieron daño, atemorizaban a la gente. En realidad la policía municipal nunca hizo nada, nunca, nunca hizo nada, para decirles que hasta los protegía.

En Cherán, al igual que en muchos otros poblados, comenzaron a escucharse noticias sobre extorsiones, secuestros y balaceras. Los grupos armados que escoltaban a los talamontes bajaban juntos en la noche y en el día por las calles del pueblo: “todos en desfile llevando madera, pinos, ocote, de ocho y medio de ancho. Nadie decía nada aunque teníamos la furia”. Las autoridades encargadas de velar por los bienes comunales fueron sistemáticamente agredidas.

Por su parte, los partidos políticos habían estado jugando un papel sumamente dañino en la vida comunitaria. Durante años la dinámica partidista trajo consigo rivalidad y desunión, que en medio de la violencia creciente  se convirtieron en desánimo y apatía:  

Es que aquí lo que nos partió fueron precisamente los partidos, y los partidos parten, eso es, y cuando eso sucedió nosotros cada uno jalábamos por nuestro lado, que partido del PRD, del PRI, del PAN y tantos otros partidos, […] pero ahora que estamos sin partidos, porque fue un acuerdo de asamblea general participar sin partidos, y aquí estamos sin partidos unificados, y a eso es a lo que le tiene miedo el gobierno.

Cherán había presentado ya problemas partidarios que dividieron más la comunidad, y que ponían en tela de juicio la representatividad de las autoridades municipales, ahora desconocidas y sobrepasadas en sus funciones:

También mencionamos que en el 2007, durante las elecciones a candidatos para la presidencia municipal, surge un conflicto interno en el PRD, pues el candidato electo no fue reconocido por buena parte de los votantes. Esto generó una fractura en la comunidad. Así, el candidato del PRI ganó las elecciones y fue desconocido por los pobladores, aunado que se le acusó del asesinato de Leopoldo Juárez. Luego de varios meses de manifestaciones y de la toma del edificio de cabildo municipal, se dispersó el movimiento. Sin embargo, estas autoridades municipales quedaron en estado de ilegitimidad para buena parte de la población de Cherán, por lo que el estado de ingobernabilidad ha prevalecido en el municipio. A esto se suman los ataques contra el comisariado de Bienes Comunales ha recibido durante todos estos años por defender sus recursos boscosos, naturales y ecológicos. (Comunicado de Cherán, 30 de abril de 2011)

Por eso, cuando los cheranenses acuerdan participar sin partidos, se sobrepone a cualquier cosa el principio de unidad de la nación P’urhépecha, pues hay plena conciencia del papel que ha jugado la democracia electoral: “hemos experimentado en carne propia lo que vienen haciendo los partidos políticos y las migajas de los programas gubernamentales, vienen y dividen nuestras comunidades”. Así, el 15 de abril, mujeres y jóvenes comenzaron la resistencia tocando la campana de la iglesia, para convocar a la gente a unirse a la lucha por el bosque y la comunidad.


La maravillosa vida sin policía:
“la autoridad somos nosotros mismos”

Las campanadas que resonaron ese 15 de abril, restablecen el tiempo de la autoorganización en Cherán, reactivan el legado de la autodefensa, estrechamente ligado a sus usos y costumbres y a la tradición autárquica, que ha permanecido viva en esta comunidad indígena p’urhépecha. De manera ciertamente no deliberada, “espontánea”, a las seis de la mañana inicia el levantamiento. “Fueron las señoras —dice un compañero— cansadas de ver que los hombres no hacíamos nada, las que empezaron”.
Mujeres valientes y jóvenes, nombrados por la coordinadora de una de las fogatas, “niños héroes”, estallan en un ¡ya basta! que, con sólo ser gritado, se multiplica de manera casi automática, natural y aparentemente inesperada en la comunidad entera. Las campanas son el llamado inapelable; su repicar significa el fin del letargo y el nacimiento de otro tiempo.

Fueron unas cuantas señoras las que iniciaron, con qué, con toques de campana y con cuetes, y todos, pues qué es, porque misa no es, y el repicar y el repicar, y ahí vamos todos, y de un momento a otro nos organizamos, pero así fue espontáneo, no con anticipación, que vamos a hacer esto o vamos a organizaros, sino así al momento.

Los talamontes, los criminales, los partidos y los gobiernos se habían dedicado a transgredir sus principios fundamentales. La rebelión responde, entonces, a la necesidad de frenar la devastación del bosque, pero no sólo a eso. Cherán se levanta contra el crimen organizado, contra un sistema electoral farsante que no ha dejado más que división y hartazgo; contra unas autoridades municipales simuladas y cómplices; contra todos estos agravios manifestados día a día, de forma cada vez más lastimosa  desde el 2008.
En los días que siguieron al 15 de abril, los pobladores de Cherán toman el control de la cabecera municipal, desconociendo a las autoridades y a los cuerpos de seguridad municipal, convirtiéndose en  guardianes del bosque y de su propia comunidad.
Desde entonces, se ha ido gestando una minuciosa y efectiva organización en cada uno de los aspectos de la vida en común. Sin que nadie dijera “a ti te toca esto y a ti aquello”, cada persona, “desde los pequeñitos hasta los ancianos”, fueron tomando su lugar en lo que se convertiría en una amplia y sólida organización comunitaria. La participación es generalizada, y su eficiencia está imbricada en la propia tradición comunitaria (en Cherán ya es habitual la organización comunal por barrios, que a lo largo de su historia ha funcionado tanto para la operación de la ronda comunitaria tradicional como para la organización de las fiestas).
Sin planificación de por medio, en poco tiempo se construyó una estructura autogestiva sumamente horizontal, en la que las decisiones van fluyendo estrictamente desde abajo.

Aquí tenemos asambleas generales cada ocho días, los domingos, por ejemplo, los coordinadores dicen, “hay esto o el gobierno propone esto”, y ellos no pueden decidir, nos representan. Nos van a representar allá cuando van a las mesas de diálogo, pero ellos no deciden, sino que vienen y nos consultan a cada barrio. Nos dicen “llévense esta propuesta, analícenla en cada barrio”, y ya en la noche en la fogata se discute: “hay esto”, qué “hay que hacer aquello”, “vamos a trabajar en esto”, o “esto anda mal”, o “en la semana hubo estos incidentes, cómo le vamos a hacer”, y ya se analiza todo, y ya el domingo cuando viene uno aquí a la asamblea general, ya tenemos que traer una propuesta: el barrio primero propone esto, el barrio segundo esto, y entonces ya ahí se decide, pero todos, todos.

Las 179 fogatas formadas a lo largo y ancho de la cabecera municipal, son espacios de cohesión y convivencia, el momento de comunión que da fuerza para enfrentar el miedo y seguir adelante, y que a la par de la discusión permite la convivencia y la risa.
Presenciar las charlas en torno a una de las fogatas, en las que se comentan las experiencias del 15 de abril, se discute la (im)pertinencia de la intervención del Ejército, mientras se cocinan buñuelos y se hace la guardia nocturna, es lo que nos pone de frente la magnitud del logro organizativo de esta comunidad entera que se cuida a sí misma.
En el trascurrir de estos cuatro meses, el pueblo de Cherán fue tomando hilo a hilo la gestión de la vida en común para tejer una cotidianidad solidaria, pacífica y alegre, que ha sido posible sostener —aún en medio de la violencia que asola la región— gracias a la labor incesante y valiente de la ronda comunitaria tradicional. Ahora, esta ronda  —la cual se reorganizó más formalmente a partir del 30 de abril— está a cargo de la seguridad de los más de 20 mil pobladores, y tiene la responsabilidad de resguardar la tranquilidad que, después de años de temor, se vive hoy como logro comunitario:

Ahora hay un presidente que sigue fungiendo, pero para nosotros está desconocido, y nosotros no tenemos más autoridad que nosotros mismos, ¿por qué?, porque ahora nos sentimos más seguros, más protegidos que cuando él estaba según haciendo su trabajo, a él lo desconocemos, y nos estamos protegiendo nosotros mismos.

Conscientes de estar reactivando una tradición muy antigua, los integrantes de la ronda —la mayoría jóvenes­— actúan de manera voluntaria, sin retribución económica pero con orgullo, sin dudarlo y “cuando sea necesario”, pues lo más importante es la seguridad de sus familias.
A partir de que tomaron la seguridad en sus manos, los delitos se han reducido a la décima parte, y el alcoholismo a la mitad. Se ha conseguido reducir la tala de manera muy importante, pero no completamente. Por ello, Cherán tiene claro que no hay marcha atrás sino camino hacia delante. “El proceso que iniciamos ya no tiene regreso”, dicen con la confianza de una comunidad que tiene conciencia de que lo que está creando tiene un valor histórico, de estar construyendo el futuro para sus hijos. “Nosotros ya no volvemos a entregar nuestra seguridad interna al gobierno.”
No obstante, la inabarcable violencia que se ha extendido por las entrañas de Michoacán, pone a Cherán en una disyuntiva: para la seguridad externa ¿con o sin el Ejército?, ¿definitivamente sin el gobierno? Cuando se habla del tema, los diálogos son largos y airados: “sabemos bien como trabajan” —comenta un compañero consternado por la posibilidad de que entre el Ejército a la comunidad.
Algunos cheranenses dicen que si el Ejército interviene en la seguridad regional, tendrá que respetar las condiciones que establezca la comunidad. Sin embargo, la sola idea no deja de ser preocupante, pues sigue siendo muy probable que ellos, en los que probadamente no se puede confiar, terminen por desatar la violencia, y echar por la borda lo que tanto ha costado construir a la comunidad.
Por ello, conforme pasan los meses de resistencia y la cínica anuencia de las autoridades, se va definiendo una única ruta posible para el futuro que Cherán quiere, para un futuro de dignidad y de alegría: de la misma manera “natural” como se fue gestando la rebelión, día a día la autonomía se va vislumbrando como la vereda por andar: “estamos perdiendo el miedo porque queremos la vida”.
Ya se está trabajando en el diseño de una forma de gobierno popular, que estaría constituido por 15 comisiones en las que tendrán representación los cuatro barrios tradicionales de la comunidad. “Nosotros vamos a conformar un gobierno nuestro, donde surjan las ideas desde abajo, desde las fogatas”. Y aunque, con sus rasgos generales, el autogobierno ya se ejecuta en la práctica con comisiones de participación por barrio, el gobierno popular no se había planteado como opción de futuro y sin plazo de término.
Ahora Cherán, decidido y seguro del camino de la autoorganización y la autodefensa, invita abiertamente a los pueblos a que se unan y “dejen de creer en la farsa electoral” que se ejerce “de arriba hacia abajo”, y se organicen para enfrentar lo que está ocurriendo en el país.

Eso está sucediendo a nivel estatal, a nivel nacional, por eso cuando vienen aquí las comunidades les decimos organícense, únanse, y cuando nos unamos todos los pueblos, todas las comunidades, para hacerle frente a esto, de lo que está sucediendo en nuestro país, es cuando vamos conseguir, el triunfo.

Y claro que esta definición no implica que la ruta será sencilla, se abre un camino largo y no exento de trabas. La apuesta de Cherán es un gran reto, la comunidad es ahora la guardiana del bosque y de sí misma, pero no deja de temer por el futuro, por estar “en la lista negra”, por la incertidumbre o por saber que los criminales siguen rondando y acechando la madera de sus bosques. La apuesta de Cherán, pese a todo, es una apuesta por el futuro, y un aliento para todos los pueblos que luchan por la dignidad y por la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario