lunes, 14 de noviembre de 2011

El ala radical del movimiento por la paz



Conversaciones con estudiantes de la Comecom





Me registré, encadené mi bicicleta y comencé a subir. El edificio de la sección novena de la CNTE es un lugar abandonado a medias; lleno al parecer de lo que fue para ellos un pasado mejor: escritorios y sillas arrumbados, amplios espacios sin ocupar, apenas alumbrados por insuficientes focos aquí y allá.
Después de un rato de escaleras, pasillos y penumbra, llegué al fin a la sala en la que sesionaba la Coordinadora Metropolitana contra la Militarización y la Violencia (Comecom). Unos 30 estudiantes que, recordándome otros tiempos, se mostraban seguros de estar escribiendo una parte de la historia a contra corriente de su número. La fuente de su entusiasmo estaba en otra parte.
En cierto modo, no les falta razón. Hablaban en representación de un número de personas tal vez diez veces mayor, tienen buenas probabilidades de influir en bastantes más, y además no carecen tampoco de aliados: son lo que podríamos llamar la oposición de izquierda a Javier Sicilia y a Emilio Álvarez Icaza dentro del Movimiento por una Paz con Justicia y Dignidad.


Cómo nace

La Comecom se formó espontáneamente como respuesta a la persecución en la que viven los activistas sociales de Ciudad Juárez; como una forma de solidarizarse con ellos.
En Juárez, como en cualquier otra ciudad del país, hay organizaciones de izquierda. Sobra decir que están en constante peligro. Viven en medio de la guerra y sufren en carne propia la connivencia entre el gobierno local y el crimen organizado.
Algunos de estos grupos —el ala radical del activismo de Juárez— han organizado lo que llaman caminatas contra la muerte, y en una de dichas caminatas, la número 11, la policía hirió de bala a uno de los manifestantes: José Darío Álvarez Orrantia. Ese hecho despertó la solidaridad de varias organizaciones, sobre todo estudiantiles, de la ciudad de México, que ya tenían algunos vínculos con activistas de Ciudad Juárez.

Ya había venido banda a contactarnos; hubo un foro de madres [de mujeres desaparecidas y asesinadas] en el auditorio Ho Chi Minh, de la Facultad de Economía, y algunos grupos socialistas del aquí, del DF, tienen también compañeros allá.

En respuesta a la situación de violencia del país, y en particular por solidaridad con los juarenses, comenzaron a organizarse:

Se convocó a una reunión, primero de manera muy espontanea, en la que decidimos hacer una réplica de las caminatas contra la muerte, aquí en CU. Y después de esa caminata hicimos otras. La asamblea siguió sesionando periódicamente en la Universidad.

Conforme fue avanzando el movimiento, fue surgiendo la idea de formar una coordinación permanente contra la militarización. Después de tres manifestaciones, se hizo una reunión de balance. La lógica era “no podemos desintegrarnos; no necesitamos que maten a nadie más”. Empezamos con tres ejes: la defensa de la autonomía de las escuelas públicas, la solidaridad con Ciudad Juárez y la lucha contra la militarización.
En esos días, entre diciembre y enero, hubo una serie de asesinatos de activistas de Ciudad Juárez, y represión a sus familias. Entonces viene la alarma; la solidaridad con Juárez se hace más profunda y se siente con más fuerza la necesidad de mantener vivo el espacio de coordinación que estábamos formando.
Entonces decidimos armar un plan de acción a largo plazo. En primer lugar llamamos a la primera marcha contra la militarización para el 17 de febrero [de 2011]. Fue una marcha de entre 500 y 700 personas, con personas del SME y otras organizaciones sociales. Llegamos a Rectoría, donde hicimos un mapa con veladoras, con una consigna contra la militarización.
Tuvimos buena cobertura en los medios, lo que reforzó nuestro entusiasmo aunque, claro, Televisa lo desvirtuó diciendo que estábamos protestando por las muertes que había generado el narcotráfico, pero era un primer llamado a actuar contra la militarización.


Integración con Javier Sicilia

Y justo estábamos en la perspectiva de llamar a un primer encuentro nacional contra la militarización cuando asesinan al hijo de Javier Sicilia en Morelos, e inicia ese movimiento. Ahí, digamos, cambió completamente la situación.
Empezamos a ir al plantón de Cuernavaca, a participar.
Para entonces ya nos habíamos constituido como la Comecom; ya habíamos tenido también círculos de estudio sobre la guerra; habíamos avanzado en un análisis de la situación —entre otras cosas del peligro que representa la Ley de Seguridad Nacional— y nos habíamos formado una posición: es necesario retirar al Ejército de las calles como punto de partida para solucionar el problema de la violencia.
Para este momento, también, habíamos confluido ya con diferentes organizaciones de izquierda, como Radio Chinelo, el Frente Plural Ciudadano de Juárez y algunos grupos más con los que tenemos mayor cercanía.
De esa manera, nuestra participación en el movimiento que dirige Sicilia no fue improvisada; partíamos de las conclusiones que se derivaban de nuestra experiencia y nuestro análisis previos.
Al principio se decía que este movimiento era un “arca en la que cabíamos todos”, y nuestra posición era aceptada como parte de la pluralidad del movimiento. Participamos en la organización de la marcha del 8 de mayo, en la recepción de los manifestantes que llegaban a la ciudad; incluso participamos en la redacción del documento que se leyó en el zócalo, pero poco a poco empezaron a surgir las diferencias.


El conflicto con la dirección del movimiento


El momento central de la caravana que organizó el movimiento hacia el norte del país fueron las nueve mesas de trabajo que se realizaron el 10 de junio en Ciudad Juárez, de las que —se esperaba— emanaría el Pacto Nacional Ciudadano que daría estructura y dirección al movimiento en el futuro.
El sector más radical de la caravana logró imponerse en las mesas y, poco después de terminado y firmado el documento, fue desconocido por Sicilia y la dirección del Movimiento.



Se logra hacer un debate democrático en las mesas, en el cual se logran imponer, en las discusiones, las posturas más de izquierda.
Era difícil que Sicilia pudiera ir a negociar con Calderón con posturas como las que habían salido ahí; en las que se responsabilizaba al Estado, se criticaba al imperialismo, etcétera. Y es así, pues, que Sicilia se desentiende de los acuerdos que emanaron del encuentro de Ciudad Juárez.
Desde entonces se hace una suerte de campaña de desprestigio en contra del “ala radical” de la caravana, que en realidad era la mayor parte de ésta. Inclusive las víctimas que hablaban en los eventos se manifestaban en contra del gobierno de Calderón. Pero de todos modos se mantiene la idea de entablar un diálogo con el gobierno, y no se podía sentar en éste alguien con una postura que responsabilice directamente al presidente por el crecimiento del crimen organizado.
A pesar de eso, nosotros creemos que la Comecom debe seguir con el movimiento de Sicilia, aunque la dirección haya tenido posiciones antidemocráticas, como desconocer acuerdos o incluso tratar de marginarnos. Hay que mantener la unidad con él de todas maneras, en aras del movimiento contra de la guerra.


Las posturas encontradas

Entre nosotros y la dirección del movimiento hay tres diferencias principales: la primera es el posicionamiento con respecto a la presencia del Ejército en las calles. Vimos que si bien Sicilia y Álvarez Icaza buscaban un cambio en la estrategia de seguridad, no rechazaban claramente la militarización. Nosotros exigimos que el Ejército regrese inmediatamente a los cuarteles, porque saliendo a las calles sólo ha empeorado la violencia que vivimos.




Pero el balance de lo que ahora es ya propiamente la dirección del movimiento es que en muchas entidades la gente quiere a los militares, e incluso que en Ciudad Juárez la población teme que se vayan. Obviamente, ya en Juárez, se demostró que eso no es cierto; que ese no era el balance de los juarenses. Ellos habían visto ya que los militares sólo incrementan la violencia.
La segunda diferencia es la visión que tenemos del gobierno y de la pertinencia o no de un diálogo con él. Para nosotros no puede irse a una mesa de diálogo sin tener una base en el movimiento social; si no tenemos una fuerza social suficiente para forzarlo a cumplir lo que prometa, porque el problema es más amplio: la violencia que estamos viviendo, la cantidad de muertos, es una política deliberada del Estado, dictada desde Washington; una estrategia de control de la población.
Se trata de una política bastante autoritaria: las madres que buscan a sus hijos desaparecidos son amenazadas por la misma policía; eso no se va a arreglar en un diálogo amistoso con el gobierno. La única forma de frenar esto es el movimiento independiente, en las calles, por la vía de las asambleas en las escuelas, en las colonias.
Eso requiere aceptar e integrar la diversidad de ideas de los que participamos en esta lucha; pero la dirección del movimiento no ha aceptado hasta el momento ni las diferencias ni el debate.
Eso nos lleva a la tercera diferencia: no estamos de acuerdo con la forma en que se toman las decisiones en el Movimiento, porque independientemente de que no coincidamos con la estrategia de su dirección para detener la militarización —el diálogo con el gobierno—, consideramos que debería haber un espacio amplio para discutir las diversas ideas de sus integrantes.
Nosotros no buscamos la confrontación. Nosotros no buscamos rebasarlos, ni mucho menos. Queríamos participar pero siendo tomados en cuenta. Ahora más bien creemos que cada parte deberá tener una agenda propia, y colaborar cuando se considere conveniente.


Qué sigue

Lo más importante es hacer conciencia en la población trabajadora del país; hacer ver que esta guerra que Calderón impulsa diciendo que combate al narcotráfico, es en realidad una guerra para controlar al narcotráfico.
Eso lo indica el hecho de que a pesar de todo el despliegue militar y los muertos que ha habido, el consumo de droga ha seguido subiendo en México y Estados Unidos. ¿Cómo se puede explicar eso? Porque no es ése el objetivo; el objetivo es controlar, tanto de parte de la CIA y la DEA como del gobierno mexicano, el flujo de drogas; quieren controlar el negocio.
No hay una intención legítima en esta guerra. Entonces hay que convencer a la población mexicana, sobre todo a los trabajadores, de la necesidad de movilizarse en contra de esta guerra; que está permitiendo, al mismo tiempo que estas matazones, la intervención de Estados Unidos dentro de nuestro país; dirigiendo ya incluso algún cuartel militar, dirigiendo a la policía mexicana, para sus fines.
Por eso tenemos que movilizarnos en las calles en contra de esta política, con la más profunda unidad que podamos construir.
Lo que la Comecom está organizando en este momento es un Encuentro Nacional contra la Militarización, que reúna a todos los que reclaman el Pacto de Ciudad Juárez, que Javier Sicilia ha rechazado.
Tenemos contactos en Oaxaca, Morelos, Michoacán, Tijuana, Ciudad Juárez, Puebla, Querétaro y obviamente aquí, en la ciudad de México. La idea es juntarnos todos para formar un plan de lucha conjunto con el fin detener la militarización.


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