jueves, 3 de noviembre de 2011

Saber hacer las cosas







Natalia Mendoza Rockwell



Las clases populares tienen una ventaja enorme respecto a las acomodadas: saben cómo se hacen las cosas. Si un arquitecto se viera un día en la necesidad de construir una casa con sus propias manos, es probable que no lo consiguiera. En cambio, un maestro albañil, o incluso un chalán con algunos años de experiencia, puede construirse una casa siempre y cuando disponga del material y el terreno para hacerlo. Lo mismo sucede con casi todo; muchas señoras se ven en aprietos para cocinar algo el día que falta la trabajadora doméstica.
La mayor parte de los jóvenes de las clases acomodadas urbanas no tiene idea de cómo componer un automóvil, hacer una reparación eléctrica, mantener en buen estado un jardín, ni siquiera cómo empezar un pequeño comercio: han apostado todo a que la educación formal les permita convertirse en empleados bien pagados en el gobierno o en una empresa.
Lo más preocupante es que se piense que ése es el modelo que todos debemos seguir: asumir que el sentido de la vida es la acumulación de riquezas y que el patrón de consumo y el estilo de vida de las clases acomodadas es a lo que todos debemos aspirar. Lo preocupante es que todos efectivamente aspiremos a ello y que se piense que “crear empleos” es el objetivo central del desarrollo.
Si se afirma, en cambio, que la autonomía es más importante que la riqueza, el panorama es otro: las clases populares dejan de caracterizarse por la carencia y el desempleo y aparecen como el sector más rico en estrategias de autosuficiencia y autoempleo. La izquierda debe preocuparse por hacer que esas estrategias de autonomía sean cada vez más exitosas, en lugar de intentar, como la derecha, transformar el mundo en un lugar habitado exclusivamente por empleados-consumidores.
La izquierda partidista tradicional ha sido en general poco sensible al tema de la autosuficiencia y la autonomía. Esto se debe sobre todo a dos cosas: el énfasis en la pobreza como principal problema social y la necesidad de los partidos políticos de generarse clientelas dependientes.
Vamos por partes. Tanto la derecha como la izquierda promueven hoy un tipo de consciencia social basada en la compasión. La evocación de los pobres como víctimas es una estrategia electoral sumamente popular. Esta posición parte del supuesto de que mientras más consuma una persona, mejor está. Por lo tanto se cree que hace falta “corregir” la pobreza. Es posible ver las cosas de otra forma. Por ejemplo, en lugar de luchar para que un día cada persona tenga un automóvil, se trata de lograr que más personas se muevan en un transporte público cada vez más eficiente: para ello hace falta corregir a los ricos, no a los pobres. No niego que la miseria y el hambre sean asuntos gravísimos: sólo digo que la manera más efectiva de combatirlos no necesariamente es aumentar la cantidad de dinero de la gente, sino recuperar y aumentar las capacidades productivas domésticas y locales.




El segundo factor es que a la izquierda partidista le cuesta mucho trabajo promover la autosuficiencia por la simple razón de que para crearse lealtades y obtener votos necesita ofrecer algo a la población. Se tienden a ofrecer cosas que perpetúan la dependencia de los favores políticos: empleos, obras públicas, impunidad, permisos de ocupación o de construcción, etcétera. Mientras más autosuficiente sea una comunidad, menos necesita la intermediación de los partidos políticos. Por otro lado, promover la autogestión y autosuficiencia locales puede ayudar a que surjan formas de hacer política que rebasen el reparto discrecional de beneficios.
El asunto no es cómo hacer para tener cada vez más dinero, sino cómo hacer que el dinero sea cada vez menos necesario. Hasta hace poco tiempo, 50 años quizás, la mayor parte de los hogares eran pequeñas unidades de producción. Mi abuela producía cotidianamente pan, tortillas, queso, conservas de frutas, huevos y hortalizas: algunas cosas se vendían y otras se consumían en la casa. El día en que, ya de vieja, mandó comprar tortillas y queso a la tienda, casi se muere de vergüenza: “La gente va a decir que no sabemos hacer nada en esta casa” -me dijo. Ahora pareciera que la vergüenza es que lo vean a uno hacer tortillas como si no tuviera dinero para comprarlas ya hechas.
En una generación se ha perdido el conocimiento de técnicas de producción doméstica que habían dado buenos resultados por siglos: muchos jóvenes en el campo y la ciudad desconocen el proceso de la nixtamalización, aunque las tortillas siguen siendo su principal sustento. Los hogares tienden a convertirse en unidades de consumo que lo único que producen y venden es su trabajo. Por un lado, eso ha tenido el efecto positivo de liberar a las mujeres de parte del trabajo doméstico y permitirles explorar nuevas formas de trabajo, pero lo primero no tendría por qué excluir lo segundo. En realidad, la producción doméstica se puede aumentar sin que eso implique invertir demasiado esfuerzo. En muchos lugares son los niños los que se encargan de ello: para tener pollos no hace falta más que darles de comer y contar que no se pierdan. En realidad, en muchas casas no se abandonaron estos saberes por falta de tiempo o de espacio, sino por un intento de las familias urbanas de diferenciarse del estilo de vida campesino.
Desde el punto de vista de la economía liberal, la producción doméstica es un desperdicio de tiempo. La idea es que si alguien tiene la maquinaria e instalaciones para hacer el pan de manera mucho más rápida y barata que uno mismo, entonces es mejor que uno venda su tiempo trabajando y compre el pan. Lo que ese argumento no ve es la pérdida de autonomía: el día que falta el empleo falta también la comida, porque en el hogar no se produce nada. Por lo tanto, uno está obligado de aceptar cualquier tipo de condición laboral para poder comer.
Hay otras tres razones importantes para defender las formas domésticas o comunitarias de producción. En primer lugar, dar acceso a productos de mucha mejor calidad: hacer buen pan es relativamente sencillo: ¿por qué en lugar de hacerlo compramos pan Bimbo que es de pésima calidad? En segundo lugar, dejar de comprar el sustento cotidiano —pan, tortillas, huevo etcétera— a las grandes empresas que han acaparado el mercado mexicano es una forma de resistir el poderío económico y político de unos cuantos. Finalmente, hay un sentido de dignidad que da el saber hacer las cosas bien y el saber hacer muchas cosas bien. Un obrero se especializa generalmente en una sola función; las formas de producción local, en cambio, permiten aprender una diversidad de técnicas.
Se me dirá, y con razón, que no se trata solamente de tener qué comer, sino de vivir cada vez mejor y de asegurar que cada vez más gente pueda decidir cómo prefiere vivir su vida. Pero la autonomía también ayuda a este fin: no se trata solamente de crear más empleos que generen más dependencia, sino de apoyar al autoempleo y las iniciativas de pequeña escala. De hecho, la parte más importante de la actividad empresarial hoy día —no la que genera más ingresos, sino más empleo— pertenece a las clases populares: vendedores de comida, sastres, mecánicos, carpinteros, comerciantes, músicos, etcétera.
Ése es el tema de Empresarios oprimidos, un libro de Gabriel Zaid que se sale de todos los lugares comunes de la derecha y de la izquierda para hacer una defensa contundente de la pequeña escala y el autoempleo. Uno de los argumentos más interesantes del libro es que resulta menos caro inventar y distribuir medios de producción baratos que vuelvan más rentable la actividad empresarial de pequeña escala que crear el número de empleos necesarios para convertir a todos esos pequeños empresarios en trabajadores de las grandes empresas o el gobierno. Cito:

Destruir un pequeño productor independiente para crearle un empleo moderno, con todas las inversiones necesarias (educación, máquinas, edificios, medios de transporte, urbanización) cuesta muchas veces más que equiparlo mejor para aumentar su productividad independiente en donde está. (p. 25)

Las iniciativas empresariales de pequeña escala que caracterizan a la economía informal son la solución y no el problema a resolver. Invertir en ellas es mucho más redituable económica y socialmente que hacer que las grandes empresas amplíen sus burocracias. Lo más complicado es cambiar nuestras ideas sobre el estatus y el éxito: ver que las panaderías y carpinterías no son los remanentes de un mundo atrasado que tiene que acabarse, sino una expresión del orgullo que da el saber hacer bien las cosas.

4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo en muchos puntos que señala el texto, sin embargo me parece que deja de lado algo muy importante o fundamental y es que de entrada marca ya la diferencia entre clases que es abismal en este país sin que parezca plantearse concretamente desaparición o dilución de las mismas. Dicho aparte y de regalo, ya no podemos hablar sólamente de una clase "acomodada" y una "popular", en México los tonos de las clases sociales que están más desprotegidas, por así llamarles, son cada vez más variados aunque no por ello deje de haber millones de muertos de hambre o muertos de educación. Si planteamos la autosuficiencia como una característica que distingue a lo que aquí se llama clases populares tendríamos un problema bastante gordo, porque me consta que un campesino y un empleado oficinista "jodido" no tienen el mismo nivel de conocimientos para ser autosuficientes incluso aunque los 2 son parte de esa mayoría carente mexicana. El campesino ve hacia arriba al artesano, el artesano ve hacia arriba al pequeño comerciante, el pequeño comerciante ve hacia arriba al oficinista, el oficinista ve hacia arriba al director de la empresa y éste ve hacia arriba al dueño del negocio... esto es lo que se debe de eliminar de nuestro modelo a seguir, como bien lo señalan aquí. Gran parte del problema es la idea de que todos estamos creados iguales y que tendremos la misma respuesta a los mismos estímulos, que todos servimos para lo mismo, no. Ni todos podemos seguir el modelo en el que aspiremos a ser dueños de una empresa multinacional, así como no todos podemos ser autosuficientes, que quede claro. Por ello no veo en dicha autosuficiencia utópica la respuesta real ni viable a un buen modelo social, pfff ni de broma. Por esto mismo los 3 puntos de los que se habla (mejor calidad en los productos, comprar a las grandes empresas y el sentido de dignidad y satisfacción) están nebulosos. Hay que tener en cuenta que la autosuficiencia es a grandes rasgos un "yo me lo guiso, yo me lo como", y pensar que sólo aquello que produzcamos por nosotros mismos tiene la mejor calidad y nos beneficia es como volver a un huevo, es cerrado, y eso, hoy en día es imposible. ¿No es grandioso el poder contar con productos producidos en el otro lado del mundo, comunicarnos tan rápidamente con culturas tan ajenas y hacer un intercambio cultural casi de manera inmediata y cotidiana? A mi me parece que sí. Por otro lado, pensar que uno tiene todas las respuestas no te va a llevar a otro lado más que al vacío y al error. Hay que tener la mente y los brazos abiertos hacia lo que nos ofrece alguien más, comparar y decidir si es que es igual, mejor y si le preferimos sobre lo nuestro o si simplemente lo adoptamos y/o lo adaptamos a nuestras necesidades.

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  2. En mi humilde opinión, algo que hace falta en México es una sofisticación de la educación técnica, de la misma manera el dignificarle. Es verdad que el modelo a seguir hoy en día de una persona promedio aspira a la riqueza, a distinguirse por no ser el jodido, a tener el coche del año y en algunos casos a ser empresario, o traduciendo, a ser el jefe, a ser un pequeño Slim, y dicho modelo educativo está más que saturado por millones de personas a las cuales después de venderles píldoras de educación promedio, no hay cómo darles salida real, y entonces tenemos millones de universitarios balines cuyo salario es bajo y cuya educación realmente es muy por debajo de lo que aparentemente es, es decir, que tenemos mucho "joven emprendedor" con números rojos antes de que consigan su primer empleo. A todos ellos les han vendido la idea de la riqueza vía educación lineal promedio mexicana, que no es otra cosa que pasar por todos los filtros educativos hasta ser un experto en nada, y para colmo sin trabajo. Si miramos que el problema, o gran parte del problema está dado gracias a que dicho sistema educativo está podrido (como lo está el sistema capitalista y su distribución de bienes en el país) y habría que replantearlo. Dignificar los oficios y diluir la diferencia entre clases sociales es un ejemplo a seguir por países que tienen una diferencia entre clases mínima, donde el que gana menos puede darse los mismos lujos que el que gana más y que se preocupa de la misma manera por pagar sus impuestos y su educación. Los sistemas a los que debemos aspirar (siempre desde MI opinión) no deben distinguir izquierdas de derechas, ni pobres de ricos, deben basarse en el concepto de comunidad y por ello de bien común, un sistema donde el individuo mantiene su individualidad y autonomía mientras contribuye a un bien más grande que él mismo. Como ejemplo, y no quiero ponerlo como una comparación ni que se le tome de manera literal, pero ahí está Holanda y los países Nórdicos, especialmente Noruega, con un sistema educativo excelente y sobre todo un sentido de comunidad y bien común perfectamente funcional. No es que México sea precisamente un recipiente de dicho modelo, pero creo que debemos tenerlo en cuenta y analizar sus fallos y atinos.

    En fin, un saludo.

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  3. Anibal, muchas gracias por tus comentarios: me permiten matizar y aclarar un poco mi argumento. Vamos por partes.
    1. Estoy de acuerdo en que las diferencias de clase (que ademas tambien se combinan con criterios raciales o alguna vaga idea de casta) en México son infinitamente más complejas, con infinitos matices internos, donde cada quien tiene un "naco" y un "fresa" a cual despreciar. Lo mío no pretende ser una descripción sociologicamente completa, sino una atajo para referirme al enorme porcentaje de la población (algunos dicen 80%) que funciona en la economía informal, el autoempleo, o la pequeña escala, que no tiene SS ni nada por el estilo y que precisamente me rehuso a llamar "los jodidos" o los "muertos de hambre": zapateros, mecanicos, costureras, campesinos, albañiles, plomeros, quesadilleras, etc. etc. Tienes toda la razón en que eso no constituye el total de la "clase popular". Habria que usar otro nombre, pero decir "el sector informal" tampoco me gusta porque eso estrictamente incluye las transas del señor de los quesos. El mundo de las artes y oficios suena muy urbano. No se, pero gracias.
    2. No digo en ningún lugar que esa clase "sea autosuficiente", digo que tiende a estar mejor preparada para la autosuficiencia y que esa preparación no debe verse como una estado "negativo", es decir como la ausencia de algo mas, sino como una manera perfectamente digna de ser en el mundo. Incluso más digna y mas autónoma que aquello a lo que se aspira con la "creacion de empleos" y con los "indicadores de consumo". Lo que argumento no ese que esas estrategias que ya existen basten, sino que es a partir de ellas y no contra ellas que hace falta pensar un modelo de desarrollo más o menos humano y viable.
    3. Y lo que si de plano me parece una tergiversacion de mi argumento es la idea de que esto se trata de "yo lo guiso, yo me lo como", en ningún lugar hablo yo contra el intercambio o contra la diversidad.Obviamente nadie se basta a si mismo. Lo que digo es lo contrario: que lo que ha reducido la diversidad de opciones (no solo de consumo sino incluso ontologicas) es la producción en gran escala. Por más que el hecho de ponder elegir entre cinco marcas produzca una ficción de diversidad, lo cierto es que el hecho de que alguien pueda producir muchos y muy baratos pantalones de mezclilla hace que la infinidad de productos alimenticios, textiles, etc. que alguna vez existió en este mundose haya reducido. El mundo era infinitamente más diverso hace un siglo: es la producción en masa lo que ha producido homogeneización. La única manera de garantizar que haya la diversidad para que tú puedas recibir con los brazos abiertos especias chinas, xoconoxtles, lanzas inuits, música tibetana, sedas camboyanas, etc. es la producción en pequeña escala. Se trata simplemente de poner los criterios de calidad, diversidad, satisfacción con el trabajo hecho, por encima de los criterios de eficiencia económica.
    4. En cuanto al concepto de comunidad y bien común es todo un rollo a parte...habría que empezar por deshacer cuatro o cinco monopolios que claramente obstaculizan cualquier noción de bien común en este país. Creo que hay también un riesgo ideólogico en la idea de bien común, el riesgo de no ver las maneras concretas de explotación porque se disfrrazan detrás de un concepto cargado afectivamente como "nación" o "comunidad".
    5. Y creo que mientras haya un grupo de gente fundamentalmente preocupado por perpetuar un status quo y la serie de privilegios que de el se derivan, y otro tratando de imaginarse una alternativa, se puede hablar de derechas y de izquierdas.

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  4. ¡Hey, gracias por la réplica! Igual no me expliqué muy bien pero creo que en general estamos de acuerdo. Bien por el artículo y por el blog, saludos a todos y mucha buena vibra ;)

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